barracones, de muy triste aspecto exterior, aunque bien dotados en todos los sentidos; baños, duchas, cocina, comedor, lavandería, etc. Eso sí, la lavandería está abajo.
Camareta llena, y las demás vacías, pero qué le he hecho yo a la hospitalera?. Las chicas estaban de muy buen ver, no más de 22 ó 23 años, italianas, alemanas y españolas, todas en perfecto castellano, con su acentillo extranjero pero muy entendibles. Lo malo es que tenían poco más o menos la edad de mi hijo, así que me miraron como si yo fuera su aguafiestas, el abuelo que le iba a fastidiar la fiesta de despedida del camino. Cuando le pregunté sonriendo a la hospitalera que qué le había hecho yo, estaba el vigilante jurado, que aquí lo hay, y me miro como diciendo ¿y tú de qué te quejas?. Me dijo que se había equivocado, que perdonara, que venían juntas las chicas y pensó que no había nadie, que me daba otra cama, para mi solo, etc, etc ... Le dije que no, que si a ellas no les molestaba yo, ellas a mi tampoco.
Las italianas de florencia, les comenté que había trabajado en la región del Veneto, en Venecia, lo que sirvió iniciar una corta coversación, con ellas y con las españolas, tinerfeñas. Las tres alemanas ni abrieron la boca, bueno, al menos no en español. Demostraron la escasa cortesía de hablar en alemán, muy común cuando se juntan dos o más. Una de las italianas había trabajado en Valencia varios años, pero no me pude enterar en qué porque entró en la habitación un tal Carlos, con su mochila en un carro de la compra, bien atada a un par de palos, un invento genial que tendré que estudiar para futuras ocasiones. Carlos conocía a la italiana de etapas enteriores y comenzaron su charla particular, lo que me permitió escaquearme para lavar y secar toda la ropa. Así que me dí una estupenda ducha de agua muuy caliente, me puse lo único que tenía limpio y seco y metí todo lo demás en una bolsa de plástico, destino a la lavandería, monte abajo.
El tiempo estimado para el lavado era de una hora, luego había que cambiar de máquina para el secado, otra hora, o sea, dos horas. La primera me la pasé paseando bajo el orballo, el llamado calabobos no pregunteis por qué. Luego, mientras secaba la colada, apareció Carlos. Enseguida charlabamos abundantemente, era un tío muy sociable y comunicativo. Estaba trabajando en una cosntructora, era encargado de obra, con amplios conocimientos de topografía, o mejor dicho, de mediciones topográficas. Esto fue lo que nos abrió la charla pues le comenté que estaba marcando el camino en googlemaps con mi gps. lo que le interesó especialmente ya que colaboraba en una conocida página web sobre el camino y podría ser interesate publicar su trazado y perfil. Cito este personaje porque fue mi acompañante durante toda la noche de insomnio que siguió a la cena. Que estubiera la habitación llena de mujeres en pijama, daba igual. El es un enamorado de su trabajo y me fue muy fácil hacerle hablar y hablar durante horas, sobre todo cuando se enteró cual era mi profesión y qué obras había hecho.
-No amigo mío, eso no es lo peor. Que me dices de perder a ese hijo. Eso es lo peor. Si te quedas sin trabajo, lo buscas, el tío más ocupado del mundo debe ser aquel que está en paro, ocupado en buscar un empleo, que haberlo haylo. Ya vendrán tiempos mejores. Pero puedes luchar, pelear por ese hijo. ¿Qué es de tí si lo que pierdes es ese hijo?. ¿Por qué luchas ya? ¿con qué llegarías a conformarte ahora?, no hay consuelo, no hay nada que reduzca tu desesperación. Eso es lo peor que le puede pasar a un padre.
Dicho esto, Carlos se me quedó mirando unos instantes, luego apartó la vista hacia su mano, donde tenía el mechero, lo encendió y dio dos o tres bocanadas seguidas a un cigarrillo de los pocos que le quedaban. Me ofreció uno que acepté porque me había fumado el último de mi paquete hacía ya rato. Me ofreció fuego y volvió a guardar el mechero sin decir absolutamente nada. El zumbido era descomunal, ni un ladrido, ni la lluvia, ni el viento eran capaces de romper el silencio. Fumábamos el uno frente al otro, mirándonos a los ojos, pero sin vernos mutuamente, las miradas nos traspasaban como si fuéramos de cristal, se paraban en el resplandor de las luces de Santiago sobre las nubes que, ahora mismo, estaban secas. Como seco estaba Carlos, comenzó a hablar en tono de excusa "perdona tío, ¿has perdido un hijo?, no sabía...".
Otra vez silencio, breve, muy breve. El se inlinaba hacia delante como queriendo acercar el oído a la respuesta que esperaba recibir.
Afortunadamente no, le dije, yo, no. Unos primos míos, su hija Cristina entró en coma hace unos días, el día 4 concretamente, por un derrame cerebral. Completamente fortuito, no hubo ningún accidente ni nada que se lo provocara, dicen los médicos que es congénito. La han operado con cierto éxito, dijo el cirujano que tiene el cerebro muy mal, de lo peor que ha visto. Ya sabes, presión intracraneal, respiración asistida etc. Los padres deben de mantener la esperanza, de hecho los médicos no la han deshuciado, pero yo no tengo ninguna. No se lo puedo decir, pero creo que lo mejor que le puede pasar es que se vaya así, sin sufrir, dormida, y que no dure la situación tanto que los padres sufran más de lo que puedan soportar. 19 años, ¿te lo puedes creer? 19 años solamente, joven, guapa, lista . A mi me parece imposible....