Un bien como la electricidad, o el gas o el agua, no se puede dejar en manos de traficantes de dinero, en manos de negociantes sin escrúpulos. Porque lo lógico es que lo traten para su propio beneficio. Con ciertas cosas nos jugamos la vida.
Y es que funciona al revés, como si estuviéramos en la bolsa. El precio de la electricidad sube cuando hay más demanda. Como si se tratara de percebes. Porque, ¿cuándo hay más demanda?: cuando hay más necesidad. Cuanto más frío hace se necesita más energía para combatirlo. Y es entonces cuando sube el precio. Por ejemplo, ahora, con una ola de frío. ¡Perfecto!, para las eléctricas.
Este es el sistema que el tal Soria –recuerdan a ese individuo, con acciones en una empresa en Panamá, que fue un absoluto inútil como ministro-- impuso. Con él empezamos a sufrir subidas incontroladas de la luz y el gas, y vamos a más.
No sólo no hay quién entienda el recibo de la luz, que tiene más conceptos extraños que un diccionario de chino. Además es que, al igual que ocurre con otras energías, como el gas o la gasolina, la manejan las grandes empresas como quieren, a su favor.
Lamentablemente, es lo que pasa con los oligopolios, las eléctricas se ponen de acuerdo para fijar precios y se olvidan de eso que ellos dicen tener en un altar: la libre competencia. Ellos, que dicen bendecirla, la prostituyen con acuerdos de precios, con ayuda de un gobierno que no hace nada por evitarlo y al que le importa poco lo que les ocurra a los ciudadanos, ya saben su lema: ¡Ande yo caliente, ríase la gente!
El mercado es su dios y lo manipulan a su antojo, si hay gente que padece pobreza energética, es su problema. Ellos están para ganar dinero. Si una pobre vieja en Reus, muere abrasada por encender una vela a falta de electricidad, cortada por Fenosa, les da igual, de algo hay que morir.
Esas eléctricas que un día fueron empresas públicas que obtenían beneficios y se privatizaron por tres duros, sin imponer condiciones que pudieran beneficiar a los usuarios, hoy obtienen ingentes beneficios y mercadean con la luz como si vendieran artículos de lujo. Todo con el beneplácito del gobierno que las cuida, no las controla y permite que exista la pobreza energética mientras se forran. Y ellas con desparpajo contestan que no son una ONG.
La subida del precio de la luz, que está cerca del 40% y parece ir a más, no es sino una prueba de que este gobierno, sin olvidarnos de los anteriores, están al servicio de este poderoso lobby, al que les permite aplicar tarifas opacas e inexplicables. Con el fin de evitarlo habría que crear una gran empresa de energía pública, nacionalizando este sector estratégico.
Hoy, varios diputados de Izquierda Unida, entre ellos Alberto Garzón, han presentado una denuncia ante el fiscal por aplicación de un precio ilegal. Y el gobierno, en plan Rajoy, mutis por el foro, como siempre. Salud y República