¿Y si la marihuana salvase el planeta…?

Por Cooliflower

Al calor de la tarde, rodeado de familia y chatos de vino, Paco rememora su lejanísima infancia. Antes de cumplir ocho años ya trabajaba de sol a sol. En las manos que sostienen el vaso (curtidas, ciclópeas, indestructibles) se reflejan sus palabras. Habla de aquel primer empleo fabricando cuerdas de resistencia sobrehumana; unas cuerdas, dice, que ya no se ven. “Se hacían de cáñamo, no sé que ha pasado con ese cultivo”. Su nieto más joven sonríe. Le explica que la marihuana viene del cáñamo. Paco levanta los arrugados párpados con sorpresa. “Me tomas el pelo, ¿verdad?”. “No, abuelo… hasta la constitución americana esté redactada sobre papel de cáñamo”.

Y Paco, que sigue sin reconocer que él –modélico ciudadano donde los haya- ha trabajado con marihuana, ve incrementar su desconcierto cuando su nieto le explica cómo la humanidad, en un momento de crisis global, ha renunciado voluntariamente al cultivo más rentable que ha regalado la madre naturaleza.

Continúa tras el salto…

“La historia la escriben los vencedores” podría ser el epitafio de la marihuana. En las escuelas enseñan que el papel se creó hace siglos en China, pero no matizan que era de cáñamo. Tampoco cuentan que este papel sería un revulsivo contra la tala de bosques ya que contiene el triple de celulosa que la madera y sólo necesita 120 días para ser recolectado. Los maestros se saltan la lección sobre la industria del papel convencional, altamente contaminante. También la que cuenta cómo el cáñamo reduciría drásticamente la contaminación medioambiental.

Como Paco, el grueso de la sociedad es inmune a datos objetivos tras un siglo de demonización. El cáñamo respeta el medio en el que se cultiva, apenas necesita pesticidas, se adapta a diferentes ecosistemas sin ser intrusivo y de él se aprovecha hasta la última hoja. Sus semillas son nutritivas, se crean tejidos, plásticos naturales e incluso bloques de construcción de alta resistencia. Además está la indudable utilidad farmacológica: artritis, reumatismo, fibromialgia, anorexia, asma, ansiedad, cáncer, epilepsia, esclerosis múltiple, dolores crónicos, párkinson, depresión, dermatitis, insomnio, glaucoma… Posiblemente el “medicamento” natural con mayor rango de acción y uno de los más seguros: es imposible, demostrado clínicamente, morir de sobredosis.

Con todos los datos en la mano, ¿por qué no se regula su uso? Por su propia utilidad… y porque divierte, divierte demasiado. La marihuana es todo un logro de la creación que nadie desea como oponente. Desde principios del siglo XX laboratorios químicos, industrias tabacaleras y bebidas espirituosas han zancadilleado un cultivo que reduciría sus beneficios. Buena nota han tomado las farmacéuticas con sus medicamentos “legales” de THC concentrado; enormes porros en pastillas bajo prescripción facultativa.

Para terminar esta entrada, regresamos con Paco, la misma persona que iniciaba esta entrada. Contrariado, se ha levantado torpemente al preguntarle si alguna vez había fumado marihuana. “¡Eso es cosa de drogadictos!”. Desde la mesa le miran, con gesto circunspecto, botellas vacías de vino y orujo. Paco, ofendido, marcha a casa con paso impreciso. Es la hora del Tranquimazín.

Coches de cáñamo…