Desde hace días, y hasta más allá del día de marras, muchos han hablado sobre la libertad de los pueblos. No han parado de repetir, y lo harán hasta la saciedad, que Cataluña vive subyugada a España, el cual consume todos nuestros recursos, comenzando por los económicos, y que sin ella, los catalanes viviremos mejor. Bueno, más que mejor, mucho mejor. Según esta panda de iluminados, una vez hayamos conseguido la independencia, se acabará el paro, la prima de riesgo (cosa sobre la cual hasta hace poco no había oído hablar ni el tato) bajará a niveles históricos, habrá trabajo para todos y la economía irá viento en popa. Eso por no hablar de cosas como que la ONU no tendrá más huevos que aceptarnos en sus filas porque sí, porque somos así de guapos y así de chulos. Y la opinión pública internacional nos aplaudirá allá donde vayamos y besarán el suelo por donde pasemos, no sin antes hacer como con los antiguos faraones: echar pétalos de rosa por el suelo que vayamos a pisar.
Pero hay algunos, que de haberlos haylos, como las meigas, que lo de la independencia, nos la trae más bien floja. Yo personalmente tengo meridianamente claro que votaré que NO en una hipotética consulta, se haga cuando se haga, sea el año que viene o dentro de cinco, y me consta que hay no poca gente que hará lo mismo que yo. En este caso, no puedo evitar que me fastidie que haya gente intransigente que, porque pueda pensar diferente a ellos, comiencen a mirarme mal. En fin, ellos sabrán...