La política singapureña se mueve a unos ritmos que de pronto una elección parcial para renovar a un simple diputado se puede convertir en un cataclismo político.
Todo empezó el pasado diciembre cuando al Presidente del Parlamento Michael Palmer le pillaron con los pantalones bajados. Tener sexo es algo muy poco singapureño y peor si ése sexo es extraconyugal. Por cierto que en esta definición de sexo creo que no entran las cantantes de karaoke procedentes de China. El caso es que Palmer tuvo que dimitir de su cargo. Sí, si por esa nadería tuvo que dimitir, ¿qué hubiera ocurrido si el tesorero de su partido le hubiese pasado un sobre bajo cuerda? Como poco se habría tenido que hacer el harakiri.
El gobernante Partido de Acción Popular (PAP) se apresuró a convocar elecciones para el 26 de enero con la idea de pillar a la oposición igual que a Palmer: con los pantalones bajados. El pasado sábado tuvieron lugar las elecciones parciales en el distrito de Punggol por el escaño que había ocupado Palmer y, sorpresa sorpresa, la candidata del opositor Worker’s Party, Lee Li Lian, se llevó el escaño, sacándole 11 puntos al candidato del PAP. No sólo eso. Si comparamos los resultados con los de mayo de2011, el PAP ha bajado quince puntos en porcentaje de voto.
La primera lectura es que el PAP no acaba de reconectar con la ciudadanía. La sensación de que es un partido para las élites y que no ha hecho nada para frenar las crecientes desigualdades sociales, sigue pesando en el electorado.
La segunda lección de las elecciones es que el PAP tal vez tenga que revisar su procedimiento para seleccionar candidatos. A menudo recurre a profesionales de reconocido prestigio, para cabreo de los militantes de base que se lo han currado y ven como llega un paracaidista y es proclamado candidato.
La tercera y muy importante lección de este asunto es: si pillas a uno de tus parlamentarios con los pantalones bajados, mejor mira para otro lado, no tengas que convocar elecciones parciales y pase lo que pasa.