... y tres: "A grandes males" de César Pérez Gellida

Publicado el 10 marzo 2017 por Juancarlos53
Erika Lopategui y Ólafur Olafsson han llegado a Buenos Aires siguiendo el rastro de la única persona que puede ayudarlos a destapar la organización criminal que se esconde tras la Hermandad de los Hombres Puros. Encontrar el Cartapacio de Minos, un misterioso documento que contiene la identidad de los integrantes de la cúpula de esta organización, es su única meta. Pero no solo ellos lo buscan... Pronto descubrirán que una cara conocida está más cerca de lo que a ellos les gustaría. (sinopsis facilitada por la editorial)

“A grandes males” cierra la trilogía denominada “Refranes, canciones y rastros de sangre” cuyas dos primeras entregas son “Sarna con gusto” y “Cuchillo de palo”, que ya reseñé en este blog (pinchando en los títulos de cada una de las novelas se puede acceder a la reseña respectiva). De las tres “A grandes males” es, con diferencia, la que más me ha costado leer. El motivo no es otro que el paso a primer plano de la trama  de la Congregación de los Hombres Puros, asociación que ya aparecía en las novelas anteriores aunque relegada a un lugar secundario, si bien su papel en “Cuchillo de Palo” ya fue mayor que en “Sarna con gusto”. Yo ya lo declaré en mis comentarios sobre estas dos novelas: ‘la trama de los denominados Hombres Puros, no me agrada mucho pues tiene un tufillo mistérico-gótico tipo Código da Vinci, que se me hace difícil de soportar’. Es evidente que habrá lectores a los que este juego gótico-mistérico  lleno de arcanos y simbolismos apoyados en la interpretación de los versos de la “Divina Comedia” de Dante gustará, pero a mí, decididamente, no. Y no me gusta porque para sostener en pie el edificio interpretativo y que el suspense del thriller no se pierda, el autor se ve impelido a dar una información prolija y sobreabundante sobre el Poema de Dante relacionándolo de aquella manera con la organización de rito masónico la Congregación de los Hombres Puros para aclarar la personalidad real de quienes se ocultan bajo los títulos de guardianes, arcángeles, custodios, centinelas… que se distribuyen las obligaciones y encargos de esta organización criminal.
Si en la novela anterior, el vallisoletano César Pérez Gellida prestó atención a los nombres secretos de estas personas así como a los ritos ocultos practicados, en ésta plantea un trabajo de investigación, la búsqueda del Cartapacio de Minos (¡cómo me ha recordado esta búsqueda a Indiana Jones y su “En busca del arca perdida”!), siguiendo la interpretación simbólica que el dantista Alcides Edgardo Bujalesky, a quien al final de la novela anterior dimos por desaparecido en las aguas del río Misiones en las Cataratas del Iguazú. Es una interpretación que toma los versos del ilustre poeta florentino y los aplica de manera muy retorcida y forzada a la investigación que él lleva a cabo junto a personajes ya conocidos por su activa participación en los relatos anteriores: Erika Lopategui, Ramiro Sancho, Ólafur Olafsson, el policía nigeriano inspector general de la Interpol Makila… Semejante exégesis del Poema pero con finalidad completamente diferente llevan a efecto los antagonistas de nuestros héroes algunos ya con protagonismo en las otras dos novelas: Robert J. Michelson, por ejemplo, que se esconde bajo la advocación de “Flegias” que ya tuvo su abuelo Matthews, y que ahora aspira al cargo de Gran Maestre de la Congregación de los Hombres Puros; o Vlade Ilic, el terrible arcángel "Miguel", que acostumbrado a obedecer e insensible al dolor de los otros hará todo cuanto Corteza de Roble, el Gran Maestre, le encargue. También son personajes importantes en el relato Adla, la negra albina de la tribu datoga cuya felinidad le es utilísima para la función del vengador arcángel "Gabriel" ejecutada bajo la advocación de “La estatua de mármol”. Ya sólo este personaje es un claro ejemplo de la confusión a la que el lector se ve abocado durante la lectura al referirse a él indistintamente en masculino o femenino así como llamarle simplemente ‘estatua’, ‘Gabriel’ o ‘Adla’; o sea, un lío.Hay otra serie de personajes, nuevos en su mayoría, que no representan problema alguno para el lector. Son: Telmo, el encargado del mantenimiento del Palacio Barolo de Buenos Aires; Mario Palanti, arquitecto responsable del diseño y construcción del Palacio Barolo; Luis Barolo, empresario que encargó la construcción del Palacio que lleva su nombre; y otros como “Ciacco” o el Conde Colli  di Felizziano ‘Flegias’ que con el arquitecto y el empresario cubren la parte del relato que transcurre en la década de los años 20 momento en el que se realiza la construcción del Palacio.
Tiempo y Lugar Hay en la novela dos historias en contrapunto temporal: la que sucede en el momento actual, año 2013, que protagonizan Erika, Ólafur, Robert J. Michelson, Ramiro Sancho, Bujalesky y Telmo; y la que nos retrotrae a los felices años veinte y primeros de los treinta cuando en Buenos Aires se está construyendo el Palacio Barolo, se produce el crack financiero del 29 y en Italia Mussolini ha alcanzado el poder máximo que nada bueno augura para los años siguientes. Ambas historias se desarrollan en la Argentina si bien en tres espacios diferentes: comienza en Misiones, en las cataratas del Iguazú,  donde acabó “Cuchillo de palo”; se desarrolla fundamentalmente en Buenos Aires capital federal donde se encuentra el Palacio Barolo; y tiene una deriva patagónica hacia la zona de la Antártida centrándose en el Lago Argentino donde se encuentra el glaciar Perito Moreno.
La acción que sucede en el Perito Moreno es sin duda alguna la más trepidante y de resultado más impredecible de toda la novela. Participan en ésta activamente los principales actores del relato: Robert J.Michelson, Ramiro Sancho, Erika Lopategui y Adla. Su escenario, el imponente glaciar, es magnífico y, ciertamente, la aventura sobre él desarrollada es positivamente sorprendente. Pérez Gellida resuelve los hechos que aquí tienen lugar con soltura y mano diestra.
HumorLa acción desarrollada en Buenos Aires tiene como finalidad la búsqueda del Cartapacio de Minos por parte de Alcides Edgardo Bujalesky y Telmo, auténticos remedos de don Quijote y Sancho Panza, de quienes depende el grueso de las aclaraciones interpretativas de lo que esconde la obra de Dante. Dada la evidente pesadez y embrollamiento cierto de las mismas, el novelista hace que estos dos personajes sean los encargados de sortear, a través del humor, los peligros que corre el relato el cual evolucionará de un modo que no pienso revelar. Es Bujalesky (Buja) un personaje peculiar, un sabio despistado, que en sus extensos –y, en muchos momentos, pesados- parlamentos sobre los misterios contenidos en la “Divina Comedia” y su cotejo y búsqueda en los elementos arquitectónicos del Palacio Barolo, hace uso de un peculiar sentido del humor. Así cuando el vigilante del Palacio le advierte del peligro que corren en el curso de su investigación de ser descubiertos por alguno de los trabajadores de las muchas oficinas que hay en el Palacio, éste le dice con gracejo argentino: “No laburan de día, como para laburar de noche. ¡Ni en pedo! No seas conchudo, Telmito, hacé el favor”. El humor, pues, cumple en esta narración la importante función de dar pequeños respiros al lector.
Quizás su empleo está más justificado para mostrar la relación amorosa que se inicia entre la inspectora Sara Robles y el comisario Ramiro Sancho, quien cuando ésta en la Comisaría vallisoletana le hace consultas profesionales apenas si se entera de lo que le dice pues “tenía la cabeza más ocupada en su cuerpo que en el Cuerpo”. Es, en efecto, en la comisaria de Delicias, en Valladolid, donde aparece el humor entre los compañeros de profesión policia: “Siempre es mejor un polvo que un rapapolvo”, “Mira esos dos tíos de ahí: -¿El de la barba que está en el chasis y el de la sonrisa ‘vengopajeadodecasa’?
Un canto a la Argentina en general y a Buenos Aires en particularDesde hace ya algún tiempo Gellida reside en Buenos Aires. Según confiesa él mismo al final de la novela han sido principalmente las historias que sobre la nación, la capital y el Palacio Barolo le han contado allá las que le impulsaron a realizar esta novela final de la trilogía que abandona totalmente el suelo español. Aunque tiene algunas pequeñas acciones situadas en otras partes del globo (Shanghái, Londres, Chicago, la selva africana…) el grueso de la narración suced en Argentina: Misiones, El Calafate, el Perito Moreno…, y, sobre todo, la ciudad de Buenos Aires. Un Buenos Aires en el que aparecen lugares señeros como la Catedral, la Casa Rosada, el Palacio Barolo, el Cabildo, el cementerio de La Recoleta, la Bombonera, la calle Corrientes, Avellaneda con sus dos famosos equipos de fútbol, la Villa 31…

Los Palacios Barolo en Buenos Aires (izda) y Salvo en
Montevideo (dcha) querían ser las Torres de Hércules del
Río de la Plata

En la novela se gace un buen repaso histórico del país a través de presidentes, militares y personalidades como Yrigoyen, Bartolomé Mitre, el General De las Heras, Domingo Faustino Sarmiento, etc. que al ponerlos en relación con la masonería obliga al novelista, a través de uno de sus personajes, Bujalesky, a  hacer aclaraciones y distinciones entre la auténtica Masonería y otras sociedades ocultistas como la Congregación de los Hombres Puros claramente delictiva. Así, en un momento en que Buja explica a Erika su teoría sobre el origen de la nación Argentina y la pertenencia de muchos de sus primeros presidentes a la Masonería le aclara: “Pero tenés que entender algo: la masonería no es perniciosa ‘da per sé’, lo realmente… maligno –define- son las personas que, en un momento dado, adoptan unas prácticas pseudo masónicas para ocultar sus verdaderos intereses, que nada tienen que ver con la búsqueda de la razón, lo filantrópico y lo humanístico.” En esta novela Pérez gellida realiza una mezcla ficción-realidad muy interesante, aunque como se ve el escritor no quiere que el lector mezcle churras con merinas.
Léxico y/o vocabularioLa manera de hablar y expresarse de los habitantes de estos lugares argentinos por donde discurre el relato es digno de ser señalado. Principalmente son los argentinos Bujalesky, Telmo o el ex-comisario de la policía de la provincia de Misiones, Carlos Alfredo Ramírez, quienes más términos propios del país emplean. Son expresiones como:  ‘petisito forro de mierda’, ‘la concha de la lora’, ‘bandas de chorros que se matan a diario’, ‘romperse el bocho’, ‘bancarme’, ‘quilombo’… A veces asistimos a parlamentos llenos de expresiones propias del lunfardo argentino, jerga propia de delincuentes: 
Escuchame, boludo –dice recortando la distancia con él-. Estáis en nuestra vereda, entrasteis de arriba sin poner un mango. No me gusta que me tomen de logi, ¿entendés? Aflojen un sope y estamos todos piola, ¿está claro?”.
Pérez Gellida siente una gran atracción, también en esta novela, por los tecnicismos científicos. Ejemplos como ‘epidermodisplasia verruciforme, ‘firewalls infranqueables, wrappers intransitables, ‘Inmediatamente los nervios nociceptores detectan el daño severo producido en el tejido y emiten una alarma proporcional a la herida que se transmite por la médula espinal hasta el lóbulo parietal a través de la red periférica’…
Música y LiteraturaFrente a sus otras dos novelas de la serie, en ésta me ha parecido ver un menor número de referencias literarias, seguramente debido a que la exégesis alegórica practicada sobre la “Divina Comedia” le haya parecido al escritor más que suficiente (¡a mí también me lo parece, sin duda!). Lo mismo cabe decir de las alusiones a temas musicales, algo muy característico especialmente en “Sarna con gusto” cuyos títulos servían de encabezamiento a los diferentes capítulos. En “A grandes males”, salvo alguna puntual alusión a Depeche Mode ("Should be higher"), a Standstill y poco más, el tema 'Música' se solventa rotulando los capítulos con los títulos de los temas musicales que continuamente canta Bujalesky y que dice fueron compuestos por su fallecido hijo Néstor. No he investigado mucho el asunto pero creo que son temas totalmente ficticios y quizás sea por ello que el autor incorpora, bien en el capítulo así titulado o bien al final en lo que denomina “Banda sonora”, la letra de estos supuestos temas. ¿Son supuestos, son auténticos? Sinceramente, no lo sé.
FinalHe leído en alguna reseña sobre otras novelas de esta trilogía que Pérez Gellida es un poco 'tramposo', que oculta datos al lector. Yo discrepo un poco de esa opinión, creo que lo que hace es graduar la información que ofrece para darla a conocer en el momento oportuno. Eso no me parece mal y más cuando el narrador es un narrador en 3ª que todo lo sabe: [Ramírez] "podría darles la dirección de la casa de Avellaneda en la que Buja vivió de joven, adonde se trasladó su hijo Néstor cuando murió laabuela; pero no lo hace". 
Con esta novela, aunque me haya costado algo más, me ha sucedido lo mismo que con la anterior. Por momentos me daba la impresión de que el autor se caía con todo el equipo (los simbolismos, la exégesis de los dantistas, la Congregación con sus etiquetas y grados de guardianes, custodios, arcángeles y tal) para en un momento dado (en esta novela cuando la historia se traslada al Perito Moreno) verle remontar con nuevos bríos y dejarnos -al menos a mí- con un buen sabor de boca, aunque también deseoso de que en próximas novelas regrese el Gellida más negro que entreví en "Sarna con gusto" y  que, según sus lectores, está muy presente en la trilogía anterior con la que el autor se dio a conocer e hizo nacer el denominado 'estilo Gellida'.
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Datos prácticos


Título: A grandes males (Refranes, canciones y rastros de sangre 3)Autor: César Pérez GellidaEditorial: SUMA de letras. Grupo editorial Penguin Random HouseFecha de publicación: 9 de marzo de 2017Encuadernación: Tapa blandaISBN9788491291114Páginas: 688PVP: papel: 18'90€; e-book: 9'99€