El amor que nutre las páginas de Y tú, por tanto, otra cosa no puede tener un inicio más natural ni más sencillo: “Empezamos siendo dos vidas desconocidas”, nos asegura Salva Robles casi en el inicio del poemario. Pero pronto esos senderos iniciales se fueron “agostando entre las sombras” y brotó el itinerario común, que se llenó de películas, manos, libros, ojos, música, labios, cuadros y piel.Todo cabe en esta acumulación sedimentaria o explosiva de sensaciones: el brote lírico que puede surgir de cualquier producto de belleza (“Cosmética necesidad”); la hermandad dulce que forman las pupilas y los dedos a la hora de buscar un libro en la estantería (“Aspiración”); la cotidianidad lánguida de todos los objetos y paisajes que rodean el amor (“No olvidemos, vida mía, / que más allá de nosotros / están los semáforos, el lavavajillas, / los bancos y la ropa para planchar”); o el sofá donde la pasión ultima y aquilata sus detalles de fuego.Entregado a la ceremonia de las palabras, el poeta alcanza cimas como el texto de la página 45, que no me resisto a transcribir:“Quiero habitarte.Tú eres la casa por amueblaren la que caben esas estanteríasque ahora me sostienen.Repisa a repisa,espero derramarme sobre ticomo si a la vez yo fueraun libro que quieres leery un espacio que necesito ocuparpara leerte”.Todo el poemario burbujea con instantes voluptuosos, filosóficos, cultos, sensuales, reflexivos, que obligan a los lectores a sumarse a su dibujo interior, del que termina impregnado.
Deliciosa obra, en verdad.