Cuando nos ponemos a escribir y entramos en ese proceso de creación que puede durar horas e incluso días (seguidos, casi sin comer y sin respirar si apuramos un poco) quienes lo ven desde fuera no es que lo entiendan mucho y mucho menos si nos ven desde el minuto uno que nos sentamos en la silla. El ordenador tiene que estar alineado con la esquina inferior derecha de la mesa, botellas de agua, blocs de notas, fuera móviles o distracciones… y así sucesivamente hasta dejar nuestra mesa y nuestro lugar de trabajo perfecto (vamos, que ni tu madre ha visto una habitación tuya tan ordenada NUNCA).
Pues si alguna de estas manías también es tuya ¡no te preocupes! Tampoco estás tan mal, las hay peores. A continuación os dejamos con algunas de las manías de escritores famosos que os dejarán ojipláticos y con las que pensaréis y diréis a todo el mundo “este está/estaba peor que yo”.
Empezamos con Mark Twain, quien a eso de contar se le daba de maravilla, tanto que puede asustar (no me imagino quien estuviese cerca). Twain llevaba la cuenta exacta de las palabras que escribía y escribía ese número cada cierto número de páginas en sus manuscritos.
El proceso de escritura (este os va a encantar) de El conde de Buffon responde a la máxima de “arreglao pero informal” cuanto menos. Buffon sólo podía escribir vestido de etiqueta, con puños y chorreras de encaje y con la espada colgando de su cinturón. (Que alguien me explique cómo te sientas con la espada ahí puesta). Sin salirnos de los outfits preferidos por los escritores para darle a la tecla, bueno más bien a la pluma, tenemos a Alejandro Dumas, padre, que a la hora de ponerse delante del papel solía vestir algo así como una sotana de color rojo, con amplias mangas y en los pies, unas sandalias.
Por otro lado, algunos autores también tenían sus momentos “esquizofrénicos” podríamos decir como es el caso de Víctor Hugo. Este autor repetía una y otra vez, mientras caminaba por la habitación, las frases y los versos, para correr a escribirlos solamente cuando le sonaban lo suficientemente bien.
Por último os dejamos con la manía del poeta alemán Schiller. No sabemos muy bien porqué (de ahí que lo califiquemos como manía) escribía con los pies metidos en un barreño lleno de agua helada (ahí es ná’).