... Y un par de vinos para disfrutar en vacaciones.

Por Mariano
Y pasamos de la premisa del post anterior en el blog principal, situada en torno a la frescura, la sencillez y el buen precio, para pasar a vinos con enjundia, aunque quizás no tan económicos, aunque sí buena RCP.
Una de mis últimas sorpresas en este sentido ha sido un Domaine situado en Alsacia y conducido por Bernard Schoffit, un productor comprometido con los vinos de calidad y cuyo principal estandarte pivota en torno al cuidado de los viejos viñedos que posee.
Schoffit, tras años de dura negociación consiguió reunir 6,5 de las 18,8 hectáreas que forman el Gran Cru de Rangen en el Alto Rin de Alsacia, que se encontraban en un estado bastante deplorable, y que tras años de trabajo, poco tienen que envidiar a los Crus de Montrachet o Chambertin.
Posee cepas de hasta ochenta años en suelos mayoritariamente graníticos y las variedades que fundamentalmente explota son riesling, gewurztraminer, pinot gris y algo de muskat (moscatel, vaya). A su vez desarrolla tres cuvees diferentes, la Traditition, de vinos eminentemente secos, la Caroline y la Alexandre, en la que nos centraremos hoy.
Schoffit Cuvee Alexandre 2008 es un monovarietal de gewurztraminer de suelos arenosos con grava, vendimia tardía, desfangado en frío, y una lentísima fermentación de entre tres y doce meses, sin paso alguno por madera, y que, a pesar de sus 13,5 grados (muy inferiores a los más de 15 de añadas anteriores), posee un considerable nivel de azúcar residual.

A la vista se presentó con un llamativo amarillo limón con reflejos dorados, muy brillantes, casi anunciando la intensísima aromática que el vino desprende. Notas florales y amieladas, algo de pasificación, orejones, y tomillo con un fondo mas cercano al pegamento imedio que a los hidrocarburos.
Y si embriagadora es la nariz, la boca no le va a la zaga, mostrándose, por el contrario, plena, dulce en su ataque, incluso algo licorosa, aunque finalmente bien embalsamada por la acidez. Su cuerpo es firme, casi masticable y quizás peque de un ligero exceso de calidez, que lo hace peligroso para llevarse por delante cualquier postre que no tenga la contundencia suficiente para sobreponerse. Es muy persistente y pide pausa en su degustación.
Puede ser muy interesante para quesos de leche cruda de vaca con una curación importante, tipo suizos con potencia (Appenzeller).
Su precio anda en torno a los 18 euros (Barolo), una buena inversión en uno de los mejores ejemplos que he probado de la variedad en su vertiente más golosa, impresa además de un profundo carácter de terroir. Muy recomendable.
Y volvemos a España para toparnos con un viejo conocido de estas páginas, la gama alta de Régoa (pasará a ser 'media' cuando salga Régoa Iria), ahora que ya ha tenido tiempo de reposar y adaptarse a la botella.
No abundaremos- pues ya lo hicimos en el pasado- en torno al viñedo de ensueño que el Dr. Prieto posee, ni tampoco hablaremos de los falsos rumores que atribuyen sus vinos a un misterioso enólogo francés de nombre no revelado. Hasta donde yo sé, lo que aquí se hace, con sus virtudes y sus defectos, sale de las manos de José María.
La diferencia en este Régoa TN 2007* radica en que, tras la maceración en inox con remontados, se cría en barrica francesa Allier de 300 litros, frente a los troncocónicos en los que descansaba el Régoa normal, consiguiendo en el que nos ocupa una mayor proporción de vino en contacto con la madera.

El resultado, un vino tímido al inicio, al igual que sus hermanos pequeños, pero sin tardar tanto en abrirse (ha habido casos en los que el básico 2007 se reveló a los 10 dias). Anuncia notas florales de la variedad, aunque mucho más matizadas por vainillas, anisados y cacao.


En boca se muestra más recio, aunque también más fácil de entender que su hermano pequeño. Los finos tostados mitigan la bravura de la fruta pero también hacen más visible cierta madurez que hacen el vino algo mas cálido que su predecesor de la misma añada. Se muestra corpulento, con la acidez y el tanino todavía por integrarse. Aparece hacia el final ese delicado amargor varietal, bien alineado con la crianza, aunque también por terminar de construirse. Vuelven a aparecer los tostados, aunque afortunadamente hay fruta suficiente para sostenerlos que poco a poco se hará mas fuerte.


Esta nueva elaboración apunta maneras pese a que todavía queda mucho por rodar. La línea es, quizás más comercial, y gustará a aquellos que, con gustos clásicos, se atreven a probar de vez en cuando algo que no sea de Peñafiel o de Haro. Tengo ganas de probar el 2008, con esas barricas más pulidas y, sobre todo, la experiencia acumulada. Por ahora me quedo con el, ya casi mítico, Régoa 2006.
Le seguiremos la pista y destacaremos algún que otro vino para las vacaciones que ya casi están aquí.
* Mi botella no estaba etiquetada, así que robé la foto a José Luis Louzán de su Almacén, donde, por cierto, puede adquirirse este vino a un precio muy interesante.