“Yo pensaba regalarte
el grano de la “graná”
los sueños de la mesilla
y las caras de la mar,
la vela de la barquilla
y unas alas…
que no te pesaran,
que no te pesaran.
Y también,
aunque azarosas,
la alcoba y la mosca,
la alcoba y la mosca”.
Esta letra que José Mercé canta en su disco “Aire”, publicado hace ya más de diez años, es mi himno particular. Sin ánimo de hacer un análisis de texto, les diré que soy de Granada, y la gente de esa tierra tiene, como todas las gentes, sus peculiaridades, cosillas que les (nos) caracterizan. No podemos evitar “regalarnos”, con nuestra cosas mejores y peores, a quienes nos quieren. Los sueños de la mesilla… todos dulces y sencillos, tan simples como pedir que luzca el sol, o que mañana sea un día tranquilo y apacible. La mar. Qué voy a contarles de la mar. Si una ha crecido con agua salada en las venas cuesta mucho vivir rodeada de terruño. Así que se mezclan los sueños de la mesilla con las caras de la mar, unos días tranquila y otros embravecida y casi negra de furia… La vela de la barquilla es como las hojas de un libro, una invitación al viaje, al conocimiento, al descubrimiento. Y unas alas que no pesaran, porque si pesan se pueden romper. Y para no tener que salir corriendo, el patio donde vuela la mosca en círculos y la alcoba donde se despereza la siesta de verano, la siesta de domingo, el amanecer de los días sin pausa… Un himno para el alma. Qué les puedo decir. La letra tiene otra parte que les da la respuesta a tanto sentimentalismo:
“Late y late
el corazoncito
que es un disparate
cuando así se quiere
el corazoncito
pierde los papeles”.