El artículo citado tenía como tremendo título el siguiente: “Y usted, ¿por qué no se suicida?”. La verdad es que llama la atención. La autora venía a constatar que en estos tiempos de crisis aflora un concepto que suele ser bastante técnico como es el de la resiliencia. En el ámbito de la psicología se refiere a patrones de adaptación positiva en el contexto de riesgos o adversidades significativas. Dicho de otro modo, la capacidad de adaptarse, hacerse fuerte, comprometerse y salir adelante cuando aparecen graves problemas en la vida de las personas y todo se vuelve incierto.
En los tiempos difíciles que corren para tantos, cada uno se enfrenta a esas dificultades a la medida de su fortaleza interior y de los valores que le dan sentido a su vida. Citaba la autora a Victor Frankl, que tras vivir el horror de los campos de concentración nazis en primera persona, elaboró una terapia en la que empezaba haciendo esa pregunta a sus pacientes: ¿Usted por qué no se suicida?, es decir,qué hay que le da sentido a su vida por encima de todo, especialmente en esos momentos de dificultad cuando muchas cosas parecen carecer de importancia y los obstáculos y el sufrimiento parecen insalvables. Encontrar ese deseo y motivación es el punto de partida para empezar un proceso de construcción de una persona resistente (quizá resiliente) a los problemas, con un objetivo vital y un motor que le empuja a alcanzarlo. Es preciso que no nos quedemos estancados en la cultura de la queja y que vayamos más allá. Cuando el hombre encuentra un sentido a su vida, cuando tiene un objetivo, una meta a la que desea llegar, no habrá obstáculos suficientes para hacer que se detenga, aprenderá a sobrellevar las cargas, sean físicas o emocionales. F. Niestzsche afirmó: Quien tiene un por qué para vivir es capaz de soportar casi cualquier cómo.