Era otro octubre, cuando llovía y la tierra reverdecía con fuerza y no amenazaba el rugido del volcán, los gases, la lava y las cenizas.
Era otra mañana con el sol en los campos, los rebaños vecinos pastando y el futuro callado.
Domingo y el pueblo pujante, pausado, con la campana de la iglesia, el aroma del pan fresco y los comercios cerrados.
Y tú hoy has regresado de una nube de estrellas, te has asomado y has retomado los sueños remotos con el rostro gastado y un "se puede".
Me dijiste, ven salgamos hacia el no se sabe, pongamos a los niños un abrigo y las correas a los perros, el gato en el transportín, las fotos antiguas, documentos y dejemos el resto. Los objetos ya no tienen espacio.
Y allí estaba la vieja caravana, con algunas plantas, un frasco con tierra que no volvería, un llanto agudo por los árboles, los arbustos, las flores a los que no podíamos ayudar.
Con la vista nublada nos a fuimos alejando de toda nuestra vida, separándonos de lo amado con la vieja caravana que nos iba a llevar por otros caminos.
Los verdes irán apagando los rojos...