Porque resulta que muchos de los que entonces le criticaban ahora andarán escondidos o incluso se sumarán al recuerdo y la memoria. Basta recordar alguna de sus frases o uno de sus apodos para intentar hacer pensar a los demás que eras uno de los muchísimos fans que tenía por toda España. Lo peor es que él murió pensando que no era así, que la proporción era mucho más favorable para los críticos. O es eso, o los que le admirábamos no supimos hacer tanto ruido entonces. Tal vez por eso llevamos dos años pronunciándonos cada vez que una retransmisión se hace aburrida y monótona. Y por desgracia ocurre tantas veces...
Porque para una generación (entre la que me incluyo) la NBA se asocia a la pareja Montes y Daimiel, que trascendía más allá de lo propiamente baloncestístico. No paro de pensar cómo habría transcurrido una de esas conversaciones de madrugada, en cualquier tiempo muerto de cualquier partido que en otra situación nos habría mandado a la cama. Llevo meses imaginando cómo Andrés Montes habría afrontado ese affaire entre Glen Rice y Sarah Palín en los años de Wolverine del ex-marido de Cristy (la de "María Cristina me quiere gobernar"). Él era capaz de mantenerte despierto cuando esos que ahora luchan por unas migajas de millones de dólares más no lo hacían.
Y ahora resulta que él no sabía narrar. Que se equivocaba con frecuencia, que era histriónico, que te hacía andar como loco buscando el mando a distancia para bajar o subir la voz. Pero los que han llegado por detrás no están ni a un paso suya, casi que ni siquiera lo ven marcharse. Si el partido es aburrido, lo seguirá siendo. Y a esta vida hemos venido a divertirnos.
Parece mentira que fuera hace dos años cuando recibiera aquella noticia y mi expresión fuera tal que tuviera que contrastar la noticia varias veces. Para mis padres, que sufrían aquellos gritos casi mañana, tarde y noche, Montes y Daimiel eran casi como de la familia. "Otros vendrán que bueno te harán", reza el refrán. En otros casos, simplemente, es que los demás nunca serán tan grandes.
Y ya hace dos años que te fuiste...