Y yo… qué pendejo fui, que no pedí asilo
Publicado el 06 marzo 2018 por Jmartoranoster
José Sant Roz
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Imaginaos, estimados lectores, que durante los mandatos de adecos y copeyanos, los que entonces adversábamos a estos gobiernos hubiésemos tenido el exquisito encanto de ser acogidos como héroes y como sufridas víctimas de los horrores del Puntofijismo por estos modélicos ultra-filántropos gringos y europeos.
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Suponed, que por aquella época, por tener uno de nosotros familiares presos por luchar o protestar, hubiésemos gozado, ¡carajo!, del sublime privilegio de andar viajando por el mundo en primera clase, siendo alojados en hoteles cinco estrellas, engullendo majares y vinos; siendo acogidos por magnates, por faranduleros intelectuales (como Vargas Llosa); apoyados por cientos de frívolos cantantes del planeta, por los organizadores de los Grammys y de los premios Oscar…
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Pensad, queridos compatriotas, por un instante, que en aquella época de la IV República, por “quítame estas pajitas”, hubiésemos podido nosotros (anti-adecos y anti-copeyanos), optar llegar a ser considerados “refugiados políticos” en cualquier país del llamado primer mundo.
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Que por el sólo hecho, de auto-catalogarnos de anti-betancurianos hubiesen anegados en Europa y en Estados Unidos nuestros pechos y nuestros bolsillos de galardones, de billetes, reconocimientos, condecoraciones y jugosos premios…
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Hace poco una bobita (de 19 años) solicitó asilo en la embajada gringa porque un “comunista venezolano le exigió el Carnet de la Patria para poder circular en Mérida”.
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Un sifrino (bien hijito de su mami) se acaba de declarar “perseguido político” porque en un banco, un vigilante le exigió hacer la cola como cualquier hijo de Petra.
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Un malandro le pagó a un palangrista de un diario tachirense que publicase una nota donde se decía que él estaba siendo solicitado por la policía política del régimen de Maduro, para así ir armando parte del dossier con el que huiría, y con el que luego se presentaría “acosado y perseguido” por el dictador Maduro en Miami.
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¿Quién podía plantear antes en el mundo, que en Venezuela se estaban violando horriblemente los derechos humano?; que se masacraba, que se torturaba a los presos políticos, que se asesinaba a mansalva desde los cuerpos represivos, impunemente.
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Y yo (Sant Roz), entonces, que estuve atacando a los adecos y copeyanos con razón y en justicia, y que por ello fui demandado y agredido, perseguido y amenazado con sicarios…, yo, digo, por pendejo no salí corriendo a incrustarme en una embajada para pedir asilo. Tuve que calarme mis condenas, tuve que calarme coñazos y amenazas durante décadas junto a toda mi familia.
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El ultra-derechista Jorge Olavarría huyó del país aterrado porque Carlos Andrés Pérez (por meterse con su amante Cecilia Matos) lo mandó a matar. Pero no huyó a donde los gringos porque éstos lo hubieran entregado a los adecos; lo mismo pasó con Rafael Poleo. Luego, cuando este par de palangristas volvieron a su amada tierra, durante el gobierno del adeco Jaime Lusinchi, tanto Olavarría como Poleo se dedicaron a ensalzar la figura de la barragana Blanca Ibáñez. Por esto, Olavarría recibió de regalo una finca en el Estado Carabobo, y a Rafael Poleo le obsequiaron una imprenta y le pasaron mucho billete para que sacara el diario “EL Nuevo País” e hiciera con él lo que le diera la gana con todo aquel que atacara al gobierno.
Para que los jóvenes conozcan estas verdades…
Director de Ensartaos.com.ve. Profesor de matemáticas en la Universidad de Los Andes (ULA). autor de más de veinte libros sobre política e historia.
jsantroz@gmail.com @jsantroz
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