Lecturas: pocas, pero muy bien. Las ganas, constatación de que Santiago Lorenzo es un rara avis suicida empeñado en que los académicos le tomen manía por imponer nuevas palabras y el público general se quede descolocado ante su curioso y meritorio anacronismo. No es que vaya a descubrir nada del otro mundo, pero al menos un escritor está menos pendiente de imitar a sus grandes ídolos foráneos que de crear un lenguaje (literario) con algo de originalidad.Un holograma para el rey, de Dave Eggers. Muy adecuada para ajustar el tono de este, post, al mostrar una Arabia Saudí tímidamente abierta, en la cual la oficialidad y la realidad son placas tectónicas que solo se solapan y chocan si no se va con el debido cuidado, Eggers asciende un peldaño, mejor dicho, recupera algunas de las posiciones que le había negado al considerarlo un escritor excesivamente pendiente de no disgustar a nadie, cosa que va muy bien para vivir mucho tiempo, pero fatal para acceder a la eternidad. Cómo no me vais a entender.
Lecturas: pocas, pero muy bien. Las ganas, constatación de que Santiago Lorenzo es un rara avis suicida empeñado en que los académicos le tomen manía por imponer nuevas palabras y el público general se quede descolocado ante su curioso y meritorio anacronismo. No es que vaya a descubrir nada del otro mundo, pero al menos un escritor está menos pendiente de imitar a sus grandes ídolos foráneos que de crear un lenguaje (literario) con algo de originalidad.Un holograma para el rey, de Dave Eggers. Muy adecuada para ajustar el tono de este, post, al mostrar una Arabia Saudí tímidamente abierta, en la cual la oficialidad y la realidad son placas tectónicas que solo se solapan y chocan si no se va con el debido cuidado, Eggers asciende un peldaño, mejor dicho, recupera algunas de las posiciones que le había negado al considerarlo un escritor excesivamente pendiente de no disgustar a nadie, cosa que va muy bien para vivir mucho tiempo, pero fatal para acceder a la eternidad. Cómo no me vais a entender.