1. La compañía contrata a cualquiera sin tener demasiado en cuenta sus antecedentes.
2. El copiloto decide suicidarse arrastrando a otros 150 que no compartían dicha decisión, o, en todo caso a los que el copiloto prescindió de consultar.3.Los tweets de ciertos individuos empiezan a relativizar las muertes de los accidentados, aludiendo a entrañables y cariñosas condiciones que pueden resumirse en breves frases:
Los catalanes debemos morir porque no queremos aceptar el estado español como propio.Los catalanes no podemos ser considerados personas.Los catalanes, sea cual sea la ideología, no merecen que su muerte sea lamentada en modo alguno.
Etc. Un largo y variado etc., por cierto.
4. Se pone en marcha un mecanismo de denuncia de estos tweets por la consabida retahíla de motivos tendentes al victimismo: incitación al odio, esas cosas.5. El estado español reacciona deteniendo al autor de uno de los Tweets. No menciono su nombre ni el contenido del Tweet. Coincideréis conmigo en que la indiferencia ante estos tipos es lo más aconsejable.
Con lo cual estoy en total desacuerdo. Bueno: por algo he cambiado una de las frases en mi perfil de Twitter, y ahora pone: siempre en contra del estado español.
Detener a un tipo por un Tweet es injusto. Es como detener a un tipo porque, ebrio, dice que va a matar a alguien. No es que Twitter sea una borrachera. Es que la expresión de una opinión puede que sea no solo inofensiva sino francamente saludable. Hablar es diferente que hacer. Y al tipo que detuvieron no le va a pasar nada malo. Vamos. Como mucho se expondrá a una miradita condescendiente del agente que lo detenga, o de algún mando de medio pelo de la comisaría, acompañada de un comentario estilo "tenemos que hacer esto" o "es que te has pasado, esto aunque muchos lo pensemos no se puede decir" y, cosa que me parece improbable, a ser reprendido por un juez que le imponga una sanción mínima que, en caso de ser económica, va a ser sobradamente recaudada por todos aquellos adalides que, con idéntica opinión a la suya, le consideren una víctima de una especie de perverso sistema de compensaciones. Saldrá como un mártir en vida, sino como un símbolo de los que, en aras de la defensa de unos valores putrefactos, se ha desorientado y ha pasado la raya.
Porque personas como el tipo éste las hay a miles, y me quedo corto. Usarán los términos con mayor contención, sugerirán lo que este mamarracho ha proclamado, dispondrán, para sus comentarios, del receptáculo de 20 followers o de los millones de seguidores de un programa de televisión en prime-time, lo harán con más sentido de la mesura o amparándose en el teórico anonimato, pero compartirán la línea editorial: la obcecación en la condición monolítica del estado español y la obsesiva negación de cualquier matiz, de cualquier grieta que pueda ponerla en duda. Por tanto: una represión inmisericorde de cualquier esbozo de movimiento en sentido contrario.Yo no quiero que colgar un Tweet o expresar una opinión pueda acarrear a quien la expresa pasar ni un solo minuto entre barrotes, compartiendo techo con violadores o asesinos. No quiero que, llegado el caso, si yo, es una hipótesis, yo les dijera a los de la milicia somalí, por ejemplo, que dejen en paz a estudiantes universitarios que a nadie hacen daño, y que elijan sus víctimas, entre, no sé, cualquiera de los miembros del actual gabinete encabezado por Rajoy. No me gustaría que, si yo sugiriera que tal cosa me iba a alegrar sobremanera, me expusiera a que algún miembro uniformado de las fuerzas de seguridad viniera a llamar a mi puerta. Eso sí, si vienen a horas decentes, que insistan. No solemos abrir la puerta a extraños.