Lecturas: decepcionado por la lectura de Esto es agua (que no refleja el talento de DFW, que es un remedo, que es un espejismo o un aparato mercantilista o una mezcla mal combinada de todo ello), debo reconocer que la necesidad de una revisión semanal de mis lecturas me lleva a una curiosa conclusión: olvido algunas de ellas, como olvidaba a veces la película que había visto justo hace dos días, cosa que es muy cruel y muy reveladora y, en el fondo, alarmante síntoma de algo perverso: lo de leer con el piloto automático, sin el estímulo adecuado. No es preocupante: lo achaco a mi férrea disciplina y a la jugosa recompensa que suele esperarme tras una lectura: la posibilidad de solazarme hablando de ella. En todo caso, avisar que me he zampado bastantes novedades últimamente, si novedad puede llamarse a un compendio de artículos de prensa sobre los bombardeos que se intercambiaron la RAF y la Luftwaffe allá por los años 40 (cosa que ha complementado mi relativa decepción por cierto tomo de Sebald), cortesía de los amigos de Libros del Asteroide. Que le ha acompañado, cortesía de Malpaso, un libro extrañísimo, un ensayo sobre máquinas Arcade que escribió (y se arrepintió de hacerlo) Martin Amis, y que me ha dejado un agridulce pero agradable (perdón por la ligera pero elegante aliteración) sabor de boca un corto relato de supervivencia urbana en condiciones extremas, cortesía de Automática Editorial. Que ando de cortesía en cortesía, y que creo que es bueno que no sea demasiado expansivo en esto. Las envidias son muy malas. En todo caso, que, como ya empiezo a autodenominarme crítico y ya empiezo a tener una cierta corte de aduladores, seguramente volátiles, caprichosos, infieles por definición y prestos a darme con la zapatilla al primer desliz, mi opinión más reglada ya la leeréis por ahí, pero aquí puedo eso, compartir sensaciones en modo pre y en modo post, y apuntar que, a pesar de que ese escritor que marque una época y sea proclamado el escritor de la post-crisis, la voz de la generación de la desazón, y tantas y tantas cosas que lastran y aplastan cualquier carrera, a pesar de que ese tipo se resiste a nacer o a revelarse o a hacerse notar, pues cada semana encuentra uno alguna cosilla que echarse al gaznate y sobrevivir a este nefasto mundo de telebasura y decapitaciones semanales, ese mundo que aunque, repito, es nefasto y cruel y nauseabundo, muchos seguimos bastante reticentes a abandonar a su suerte.
Lecturas: decepcionado por la lectura de Esto es agua (que no refleja el talento de DFW, que es un remedo, que es un espejismo o un aparato mercantilista o una mezcla mal combinada de todo ello), debo reconocer que la necesidad de una revisión semanal de mis lecturas me lleva a una curiosa conclusión: olvido algunas de ellas, como olvidaba a veces la película que había visto justo hace dos días, cosa que es muy cruel y muy reveladora y, en el fondo, alarmante síntoma de algo perverso: lo de leer con el piloto automático, sin el estímulo adecuado. No es preocupante: lo achaco a mi férrea disciplina y a la jugosa recompensa que suele esperarme tras una lectura: la posibilidad de solazarme hablando de ella. En todo caso, avisar que me he zampado bastantes novedades últimamente, si novedad puede llamarse a un compendio de artículos de prensa sobre los bombardeos que se intercambiaron la RAF y la Luftwaffe allá por los años 40 (cosa que ha complementado mi relativa decepción por cierto tomo de Sebald), cortesía de los amigos de Libros del Asteroide. Que le ha acompañado, cortesía de Malpaso, un libro extrañísimo, un ensayo sobre máquinas Arcade que escribió (y se arrepintió de hacerlo) Martin Amis, y que me ha dejado un agridulce pero agradable (perdón por la ligera pero elegante aliteración) sabor de boca un corto relato de supervivencia urbana en condiciones extremas, cortesía de Automática Editorial. Que ando de cortesía en cortesía, y que creo que es bueno que no sea demasiado expansivo en esto. Las envidias son muy malas. En todo caso, que, como ya empiezo a autodenominarme crítico y ya empiezo a tener una cierta corte de aduladores, seguramente volátiles, caprichosos, infieles por definición y prestos a darme con la zapatilla al primer desliz, mi opinión más reglada ya la leeréis por ahí, pero aquí puedo eso, compartir sensaciones en modo pre y en modo post, y apuntar que, a pesar de que ese escritor que marque una época y sea proclamado el escritor de la post-crisis, la voz de la generación de la desazón, y tantas y tantas cosas que lastran y aplastan cualquier carrera, a pesar de que ese tipo se resiste a nacer o a revelarse o a hacerse notar, pues cada semana encuentra uno alguna cosilla que echarse al gaznate y sobrevivir a este nefasto mundo de telebasura y decapitaciones semanales, ese mundo que aunque, repito, es nefasto y cruel y nauseabundo, muchos seguimos bastante reticentes a abandonar a su suerte.