Lecturas: varias que no acaban de tener el arranque arrasador que suele provocar que dé cuenta de ellas en unos pocos días. La hondonada, de Jhumpa Lahiri, historia de dos hermanos hindúes que se prolonga en el tiempo, prosa solvente pero aún lejos de esa sensación de necesidad de saber qué pasa a continuación. Y Reparar a los vivos, de Maylis de Kerangal, historia que mezcla surf y trasplantes de órganos, puro azar que lo tomara del estante de novedades de la biblioteca, en una especie de intento de demostrarme a mí mismo tanto mi capacidad de improvisación como mis escasas opciones de superar cierta manía que me ha dado con Caldwell. Echo de menos a sus personajes grotescos, estúpidos y desarraigados, quiero otro Ty Ty u otro Spence cuya conducta comprender y reprobar a la vez.
Los buenos: mi aportación se está perfilando más en mi cabeza que en el papel, y Álex Azkona ha asumido el ingrato papel de coordinar todo este asunto que yo desearía descoordinado, de insistir a la gente y recordarles quiénes somos y de dónde venimos, cosa que, especulo, hará especialmente dura la cuestión de llegar a un acuerdo sobre el reparto de los beneficios, que va a haberlos.