Hay que andarse con mucho cuidado. El mundo está lleno de gente que intentará colocarte cualquier mierda para quedarse a cambio con tu dinero. Comida infecta, ropa mal cosida, sillas incómodas, auriculares que tardan horas en estropearse. Y claro, libros que defraudan las expectativas que depositamos en ellos. Ah. Pero a diferencia de eso tan objetivamente mesurable que es la calidad de los materiales, resulta que con ciertas cosas está esa frase tan horrible de los gustos y los colores.
No me hagáis escribirla.
Por supuesto que hay que aplicarla a los libros, pero no todo vale. He leído y he visto y he oído lo suficiente para alardear de mis gustos. Para qué monto un blog si no. Igual que uno comprende que, conforme se alejan de sus cúspides creativas, ciertos grupos dejan de aportar canciones memorables, y ello queda patente en cómo quedan relegados sus últimos trabajos en conciertos conmemorativos y recopilatorios navideños. Igual que eso, uno (que no queden dudas, yo) percibe cosas, identifica corrientes de fondo, desarrolla poderosos mecanismos intuitivos que rara vez fallan. La última manifestación de esta cualidad tiene que ver con la editorial Anagrama. Ya sabréis que uno de esos gigantes editoriales, Feltrinelli, acabará haciéndose cargo de Anagrama. Y que Jorge Herralde se retirará, ya lo está haciendo progresivamente. Bien: lo que debía ser un relevo discreto lo está siendo.
Jorge, ¿qué hacías fumando
rodeado de tanto material inflamable?
Reparar a los vivos, de Maylis de Kerangal. Novela sobre la cuestión de la donación de órganos, novela decente aunque lastrada, en su secuencia, por la obsesión de la autora en revestir de tono lírico lo que hubiera sido una historia simple y directa, pero funcional. Sin que falte algún buen momento, publicarla parece propio de editoriales más comerciales, más dadas al cautiverio de los certámenes y las listas de ventas de países con mejor tradición lectora que la de aquí. Comentado, vía Twitter, con Selene, parecemos compartir esa opinión tibia que es producto de la combinación de frío y calor. Si las descripciones detalladas, barrocas, atropelladas de detalles, vinieran al caso. Una novela que está pidiendo a gritos que alguien con un criterio narrativo medianamente sensato la vuelva del revés, pero una novela que no tendría ningún sentido en el aguerrido catálogo de hace cinco años: porque es tan funcional que no puede odiarse ni amarse.
La cosa va a ir a peor. Aviso. Porque los dos libros siguientes pasan por ser las joyas de la corona del catálogo actual. De Anagrama. Recuerdo.
David Trueba: file under H for Hipster
Blitz, de David Trueba. He sido hasta fruto de acusaciones de bisoñez e inexperiencia vital. Se ha especulado que el mismo David Trueba haya dejado un comentario de autodefensa. A mí no me importa que los hermanos de las primeras figuras de ciertas disciplinas de las artes vayan probando suerte, como hace este hombre, repetidamente, con la literatura. Sí empiezo a temer que todo ello convierta la cultura en una especie de mundillo de sagas donde, a base de la pose ventajista de hacer acopio de conocimientos por el mero hecho de pertenecer a una élite que puede permitirse acceder a ellos, todo se convierta en mira este libro que ha escrito mi hermano o el chaval ha montado una banda con unos del instituto o la niña nos ha salido pintora. Influencia la habrá, quizás filtración u ósmosis, pero dudo que esto del talento funcione por genes. Lo que explica Trueba, una mera historia de amor donde, tabú, es la mujer mayor quien se empareja con el hombre joven, lo adereza con la dosis justa de solvencia propia de quien ha leído y lo dosifica con una progresión de nulo suspense o tensión narrativa. Vamos: en un mundo donde la comida se llama propuesta gastronómica y la cama es un equipo de descanso, elevar una redacción de segundo bachillerato a Gran Apuesta de una editorial de referencia es solamente una constatación más de la gran verdad que expongo en mis primeras frases.Pero aún queda más.
La cuestión es que, hace unos años, Anagrama podía publicar libros excelentes y libros horripilantes, pero la indiferencia y la tibieza no eran sensaciones que produjeran. Desde luego, comparar alguno de estos dos libros con obras de Bolaño o Kapuscinski me provoca un arranque de tos pertinaz.
Así está el mundo.
¿Dije "así está el mundo"?
Me despierto entre repercusiones de la mejor noticia que un medio catalán cree posible encontrar para un sábado. Que la hermana de un rey de un supuesto estado moderno europeo le escriba, a mano, tratándole de usted y de su majestad. Para decirle no sé qué de renunciar a un título nobiliario (¿eso qué representa?¿dinero?¿prestigio?¿privilegios?). Que le quiten el título por su poco claro comportamiento. Que diga que no, que yo pri. Que la carta de cuatro folios se publique. En qué cojones de manos estamos.