Sí. El hombre este, Santi, el que maneja este cotarro del otro blog. Me lo dejó muy claro, en aquel lejano mayo o junio del 2012 en que empecé a publicar aquí:"..suficiente con tres o cuatro párrafos no muy largos..."Pasa que para este caso creí que me iba a quedar corto, así que aproveché para endilgarles un poquito de relleno.-------------------*********-------------------Señores de Anagrama:
Seguro que andarán Vds. muy ocupados con la cuestión sucesoria de Jorge Herralde y esa, supongo, compleja operación financiera que acabará con Feltrinelli tomando las riendas de la editorial. Difícil tránsito el suyo, de adalides de la independencia editorial y de la gauche divine a integrarse en un imperio. Me tomo, por tanto, la libertad de evitar molestarles pidiendo permiso para publicar aquí algunos detalles del escaso correo que hemos intercambiado. Escaso, por cierto, no por mi culpa.
Hoy sería un buen ejemplo, pero son ya muchas las veces en que en Un Libro al Día hemos prestado atención a los libros que publican. Les diré, a título particular, que tres de mis autores favoritos forman parte de su catálogo: Bolaño, Houellebecq y Kapuscinski. No me he arrepentido de pasar por caja por ninguna de sus obras. Nuestro blog no promociona libros ni promociona "a cambio de". No es que Vdes. lo hayan insinuado, pero sí que me han contestado, al negarme reiteradamente copias para valoración, que los blogs literarios (supongo que podemos considerarnos uno) no somos un objeto preferente de sus estrategias comerciales. Oiga: tenemos nuestra audiencia y nuestra credibilidad, aunque no sea la de los grandes periódicos. Vaya. Me han hecho recordar a Owen Jones, cuando he pensado en recepciones en la parte alta de Barcelona, mesas a 100 euros el cubierto y señores "benestants" comentando el seguimiento en La Vanguardia del libro de la Busquets. Cierto es, que algún palo se ha llevado aquí alguno de sus últimos estandartes. Pero, ¿Negarnos copias? Peor que eso, ¿ni tan siquiera contestarnos cuando demostramos nuestro reiterado interés? No sé.
Eso sí: esto no alterará lo que opinede sus libros. O al menos de libros como éste.
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Delicioso: apelativo que, aplicado a un libro, me conminaría a huir en el 99% de los casos.Pero éste forma parte del 1% restante.84, Charing Cross Road empieza con Helene Hanff, escritora norteamericana dirigiendo su primera carta, en 1949, a esta dirección londinense, en que se ubica Marks & Co, un negocio de libros de ocasión. Se interesa, especula con la asequibilidad de sus precios.De ahí en adelante los envíos de libros, los comentarios sobre el material recibido, sus precios, su disponibilidad, su estado, derivarán en una curiosa relación de ida y vuelta de cartas.Hanff convirtió en libro la correspondencia que cruzó con el personal de la librería, en especial con Frank Doel, el empleado que se encargó de gestionar sus pedidos y cuidar de su cuenta. Al margen de la curiosidad que uno pueda experimentar por el variado surtido de libros que Hanff va solicitando, o por el elegante modo en que las cuestiones económicas se van solventando, resulta fascinante como ese intercambio de correspondencia va abriendo frentes. Somos testigos del estoicismo del pueblo inglés ante el racionamiento de la post-guerra. De la dignidad del empleado, de le evolución de su familia, de la condición de judíos de los propietarios del negocio, de la progresiva toma de confianza conforme las cartas se suceden. Nos descoloca cómo Hanff, mujer, neoyorquina, se dirige en un tono que busca confianza y respuesta. Cómo envía paquetes con comida. O menciona el devenir de su carrera profesional y su influencia en la reiterada postergación de su viaje a Londres. Todo ello en algo más de cién páginas que (con intrigantes silencios) cubren más de 20 años de relación, y para las que bastan un par de horas de lectura, más que suficientes para que la autora nos transfiera complicidad, seducción, asombro, naturalidad, una ostentosa carencia de engolamiento, y hasta una curiosa forma de tanto de apreciar la distancia entre dos culturas en dos continentes como de valorar el equilibrio de la peculiar relación proveedor-cliente cuando ésta atraviesa el tamiz del amor por los libros. Un libro breve que alinearé, por vínculos y por méritos, junto a Seda de Baricco o Mendel el de los libros de Zweig.Están los tiempos para ir despreciando cosas así.