Ayer, en una excursión por una zona de brezales y tojales costeros de Asturias encontramos varias víboras de seoane (Vipera seoanei). Confiadas gracias a su coloración, que las hacía casi invisibles en su entorno, pasaban desapercibidas ante muchas aves rapaces y mustélidos que encontrarían en ellas un almuerzo más que apetecible. Pero su colorido y su inmovilidad también las mantiene ocultas a los ojos de los ratones y musarañas que forman parte de su dieta.
Una de las víboras que encontramos era un precioso macho, con su piel recién mudada que resaltaba perfectamente el contraste de su dorso negro y las líneas amarillentas típicas de esta especie. No estaba muy delgada, así que seguramente ya habría comido después de despertar de la hibernación.
Cerca de donde se encontraba una de las víboras, encaramado a las ramas de un toxo, un macho de lagarto verdinegro (Lacerta schreiberi) también disfrutaba del sol del mediodía. Dentro de unos meses, la temperatura a esa hora ya será demasiado alta para aguantarla, pero a mediados de marzo, con 20ºC es una temperatura muy agradable y hay que aprovechar.
La cabeza de los machos ya empieza a cambiar de color. Por ahora solo parte de en mandíbula inferior se nota el cambio, pero dentro de unas semanas, su cabeza se pintará de azul cobalto como símbolo de su estatus. Los que muestren un colorido mas intenso serán los más dominantes y tendrán más posibilidades de aparearse.
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