Boca hizo gala de la misma practicidad que exhibió hace cuatro días en Resistencia y gracias a un solitario gol de cabeza de Pablo Mouche derrotó nuevamente a River en Mendoza y alzó el trofeo Luis B. Nofal.
Boca impuso presencia manteniendo el orden y la consistencia y como el miércoles pasado se quedó con la victoria adentándose en el marcador cuando peor la pasaba y conservando la ventaja con poco de buen juego y brillantez pero mucho de oficio.
Similitudes también hubo en River, que conservó el balón durante gran parte de los noventa minutos pero excesivamente lento e irresoluto expuso muchísimas carencias al momento de hilvanar maniobras en ofensiva.
Contando muy pocos minutos con David Trezeguet, quien se retiró lesionado de forma temprana, River tradujo posesión en peligro muy pocas veces, especialmente porque ante la falta de Alejandro Dominguez acusó la ausencia de creatividad y abusó demasiado de los centros desde los costados, los cuales representaron una formula que si bien posibilitó alguna que otra acción riesgosa -dos muy claras de Fernando Cavenaghi tras sendos envíos de Carlos Sánchez- se volvió repetida y anunciada.
Igual de deficiente fue lo de Boca, que con Cristian Chavez apagado y poco influyente en la zona de creación buscó lastimar con envíos largos y a las espaldas de los defensores rivales a Pablo Mouche y Nicolas Blandi, quien casi no participó del juego.
La única diferencia radicó en el acierto, el que no tuvo Cavenaghi y si Mouche, quien sobre los 28 minutos recibió un muy buen centro de Pablo Ledesma, le ganó la posición a Luciano Abecasis y de cabeza vulneró a Daniel Vega.
El mencionado tanto no alteró en nada el desarrollo del juego, principalmente porque tras el mismo el que siguió llevando la iniciativa fue River, tanto en el tramo final del primer tiempo como en todo el complemento, en el que mezquino y conformista el cuadro conducido por Julio Cesar Falcioni renunció al ataque y centró todos sus esfuerzos en cubrir espacios e impedir el progreso de River para así conservar la renta obtenida.
Lo dicho, sumado a que el “Millonario” no encontró jamás variantes que le posibiliten acercarse con peligro y de forma continua al área defendida por Sebastián Sosa -solo contó con otras dos muy claras de Cavenaghi- propiciaron minutos aun más discretos y chatos de los vistos con anterioridad, que trascurrieron con languidez hasta que llegó el final, en el que solo un remate espectacular de Andres Ríos que rechazó el propio arquero uruguayo amenazó con alterar el tanteador y permitirle al equipo de Matias Almeyda respirar un tanto más aliviado.
Se fue un nuevo Super y la historia fue la de siempre. O al menos la de estos últimos años. River repitió errores y Boca lo ganó con poco, realmente poco. Ya es un clásico.