¡Ya lo dije!

Por Javier Ribas
Llevo encima una libreta donde anoto cosas. Tengo un apartado que se llama agoreros. Reconozco que me encanta. Según el diccionario 1.adj. Que predice males o desdichas. Bueno, pues allí apunto los nombres de las personas que cuadran con esta definición, es decir, aquellos que les encanta predecir constantemente todos los males que van a suceder.  Apunto las fechas en las que realizan sus pronósticos y el plazo en el que consideran que aquello va a ocurrir. Incluso escribo su estado de ánimo y su actitud física. Sus comentarios suelen ser del tipo: "Estás equivocado,..., ya verás a donde nos lleva esto,..., te lo advierto,..." etc, etc, al tiempo que se les hincha la vena del cuello, gritan o se quedan en silencio absoluto con gesto de tensión en el rostro, conocedores -que no sé si preocupados - de las desgracias que me van a caer encima. Tengo personas así en todos mis ámbitos de actividad. Incluso entre algún amigo.Estas anotaciones las dejo en reposo. Hasta ver qué ocurre. Raramente pasa nada. Por tanto el agorero se olvida de recordar sus pronósticos. Reconozco que entonces soy yo quien les sirve de recordatorio (de vez en cuando me permito esta pequeña maldad). Pero alguna vez, el hecho vaticinado sucede. Sí. Me voy a mi libreta y lo apunto. El "adivino" entonces se regodea. "Ves, ya te lo dije yo, sabía que iba a suceder,...". Lógicamente le dejo que disfrute de su momento. Más aún si ha acertado. Reconocer errores es de sabios. Pero,..., también me gusta llevar estadísticas. Esto no le gusta al agorero. Porque resulta que por cada una que aciertan, fallan en cien. Así que cuando están en el momento más álgido de su discurso, recordándome que ellos ya lo habían dicho, que ya sabían lo que iba a suceder, les suelo enseñar los números. Los que reflejan su nivel de aciertos. Se suelen molestar bastante. ¡No sé porqué! No les gusta que se les recuerde que tienen en la lista un montón de advertencias agoreras que no se han cumplido, que se han olvidado de recordar, que han borrado de su mente como si nunca hubieran lanzado ese pronóstico destructor. No quieren ser conscientes del daño que han causado. Así que tras la comprobación empírica de esto, suelo dejar de atenderles en sus consejos. Los borro de mi lista (tanto de la de agoreros como de la de personas interesantes) pues nada bueno obtendré de esa relación. Ah, y si sin pedirlo, me lanzan otro consejo-amenaza, les encierro en la lista de personas nocivas, insalubres y peligrosas. Y cierro la libreta rápidamente para que no me contagien.