“Los Comentarios del Sr. Smith – Reflexiones de la vida desde mi sombrerera”.
Estoy aburrido, dos semanas cerrados y yo aquí solo, en mi sombrerera.
El no tener nada que hacer te da tiempo para pensar, y eso, en ocasiones, es muy peligroso. Pensar, pensar, y darte cuenta de algunas cosas, que aunque ya tenías claras, ahora empiezan a ser realidades globales. Como la importancia de las pequeñas cosas, como dice la canción. Vivimos en una sociedad de consumo, de prisas, de resultados, de beneficios, en la que lo pequeño tiene poca importancia, y mira tú por dónde que ahora eso pequeño es lo más importante de todo. ¿Quién lo diría?
Hace poco veíamos a los agricultores protestar por los precios de miseria que obtenían por su trabajo, a los sanitarios quejarse por las condiciones laborales, a los comerciantes intentando recuperar a sus clientes frente a grandes monopolios cuya producción y beneficios repercutían muy lejos de aquí. Y todos tenían razón, pero nosotros, la sociedad, digo, solo éramos capaces de mirar a nuestro propio ombligo potenciando una cultura del low cost y del desecho. Cuanto más barato mejor; cuanto más rápido, mejor; la calidad, da igual; cuando se rompa otro, total es tan barato.
Las consecuencias de esto: sectores en declive y miles de trabajadores con salarios cada vez más ajustados y en peores condiciones, abaratar para competir, ese era el secreto del éxito. ¿A mí qué me importa? El yo; por encima de todo lo demás. Pero, queridos amigos, vino Paco con las rebajas, y resulta que de un día para otro todo nos cambia, y vemos que ahora somos completamente dependientes de todos esos profesionales. Ahora lo importante ya no es viajar barato, o comprar en los grandes portales, ahora lo importante son las lechugas, el tomate, que nos atiendan en la sanidad, que alguien esté haciendo el pan, o vendiendo el periódico, que la farmacia esté abierta, el barrendero, el transportista, esa pequeña empresa que ahora dedica sus esfuerzos y recursos a fabricar mascarillas, ahora lo importante es lo que no era importante.
Dar un paseo por una cuidad estos días es deprimente; ver los comercios, los bares, los negocios cerrados, sin gente por la calle. Te hace pensar que las cosas más insignificantes son las verdaderamente importantes, las que mueven una sociedad como la nuestra. Entrar en un comercio y hablar, compartir, reírse, socializar, es algo que dábamos por hecho, pero ahora es más bien una ilusión, que puede convertirse en una realidad permanente si no cambiamos nuestras prioridades y nuestra forma de consumir… En nuestra mano está.
Dicen que de todas las crisis se saca algo positivo, yo desde aquí, en mi sombrerera, espero que de esta, simplemente, seamos capaces de apreciar el gran trabajo que se hace a nuestro alrededor y que cuando tengamos una necesidad, empecemos contemplando la posibilidad de resolverla con lo más cercano, con lo de aquí. Porque de lo contrario, igual para la próxima ya no tendremos quién nos venda esa lechuga, o quién nos cuide, o mirando para mí, quién nos asesore y nos venda un buen sombrero.
Lo dicho, después de esto ya nada será igual…¿O sí?