Yo soy partidario del consumo del vino con moderación, sin duda, porque se disfruta más, sienta mejor y, sobre todo, permite aderezar nuestra vida con un fantástico condimento que históricamente ha permitido a nuestros ancianos comer y aligerar el duro día a día, tras interminables jornadas de trabajo.
żPero dónde está la fina linea que marca lo que es beber con moderación?
SABÍAS QUE…
Los espańoles bebemos entorno a 17 litros de vino per cápita al ańo. żQue parece mucho? żY si os digo que en Suiza la media es de 45 litros por persona, o que no es nada si lo comparamos con los 50 litros que se bebían en nuestro pais hace 20 ańos?
Yo recuerdo que en todas las comidas mi padre bebía vino para comer y cenar, seguramente entre las dos sesiones de llenado gastronómico periódico que hacía al día, debía de consumir medio litro de vino. Y si hacemos la cuenta de la vieja y lo multiplicamos por los 365 días que tiene el ańo, y no contamos ni los días de fiesta donde la ingesta báquica sería mayor, y los días de “baja” obligada por algún resfriado, sale un consumo de 182 litros al ańo.
En cifras, 17 litros de vino al ańo son 21 botellas de vino o lo que es lo mismo 126 copas de 12.5 cl. żSorprende, verdad? Yo conozco muchas personas que no llegan a esta media… la mayoría.
Imagino con resignación que es lo normal si tenemos en cuenta que, en Espańa, la cerveza cuyo consumo en los ańos 80 era similar al del vino, se ha incrementado ganando el partido de momento pues ahora por copa de vino de vino se consumen tres de cerveza.
La tendencia del consumo de vino es a la baja y en mi opinión hay muchos detalles que están conviertiendo al vino en algo ajeno al público en general, sobre todo, porque muchos de los hijos de hoy ya no ven en las mesas, durante la comida diaria familiar, una botella de vino a la hora de comer o cenar. Los humanos aprendemos por imitación, esto ya no lo podrán imitar las siguientes generaciones.
Ahora los jóvenes tienen la impresión de que es algo caro, y su único interés por nuestro amado brebaje es cuando tiene que ser mezclado con fórmula mágica de cola, eso sí, “si la mezcla es con un crianza, mucho mejor”…
Falta mucha información sobre sus beneficios cuando se consume con moderación, que según una nueva normativa europea ya no se podrán difundir a partir de ahora. Poco se sabe sobre su tradición, de su identidad con nuestra tierra.
No hace falta decir las cientos de historias que todos tenemos que contar en torno a una copa de vino, una primera cita, la primera vez que conociste a tu suegro, cuando decidiste chantajear gustativamente a tu jefe, aquel viaje sońado a no sé donde, el vino espumoso con fresas, o el vino dulzón que el cura de tu pueblo se bebía para acompańar las ostias y que a escondidas pudiste beber en una ocasión. ĄQué pecado tan gustoso!
No hay fórmula mágica para el vino, o no la debería haber. El vino debería mantener la identidad de la tierra, de las variedades que mejor se adapten al terroir, de los origenes de fruta de la que proviene, de la tradición.
Y, por supuesto, adaptándose al mercado sin perder todo lo anterior y haciendo que el mercado se comulgue con nuestro estilo en la mayor proporción posible, manteniendo esto en equilibrio para no terminar bebiendo aromaticos, avainillados y dulzones vinos, que ya no tienen alma, que poco tienen que ver con los vinos que se bebían nuestros padres y que podrían haber sido elaborados en cualquier otra parte.
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