Lo admito. He cambiado. No pienso lo mismo. No soy el mismo. Ya no.
Quizás sea desertor, desleal, "chaquetero". Pero imposible volver atrás. Ya no
La vida está llena de tachones, de renglones torcidos, de faltas de ortografía.
Pero sobre todo de aprendizaje, de evolución, de despertar. Sobre todo de despertar.
Y no concibo ser el mismo que ayer. Y quizás mañana ya no sea el de hoy. Ya no.
Hubo un tiempo en que creía en bandos, en buenos y malos, en fines y medios. Ya no
Era de ideologías, de grandes "buenismos", de ruedas de molino. Ya no.
Debía convencer, llevar la razón, e impulsar victorias. Ya no.
Salvar al otro, a pesar del otro, y de los altibajos: ese era el rumbo. Ya no.
Cambiar el mundo importaba más que mi despertar. Ya no
Me creía eterno, cerraba los ojos, huía adelante. Ya no.
Miraba a otro lado, escurría el bulto, ignoraba lo obvio. Ya no.
Me autoengañaba. Temía a los cambios, al giro de guión. Ya no.
Todo era lucha: contra los virus, contra la muerte, contra los malos. Ya no.
Creía ciegamente, no contrastaba, prestaba mi alma y mi voluntad. Ya no.
Buscaba el bullicio, el ir donde todos, el hacer lo que todos. Ya no.
Miles de anuncios, muchas pantallas, soledad entre el gentío. Ya no.
Escuchaba la radio, veía la tele, leía la prensa. Ya no.
Comía de todo, sin hacerme preguntas, sin conciencia alguna. Ya no.
El "qué dirán" y los grandes logros eran mi guía, eran mi norte. Ya no.
Sin saber lo que hacía, tenía excusa, perdón de dios. Ya no.
Prefería lo malo, por ser conocido, y seguir como estoy, ay "virgencita". Ya no.
Confiaba en la ciencia y en los expertos. También en las siglas (UE, OMS…). Ya no.
Me fiaba del médico, del juramento hipocrático, y también de su ética. Ya no.
Siempre correcto. Siempre cortés. Nunca rebelde. Nunca indignado. Ya no.
La sangre y los lazos siempre eclipsaban alianzas de almas. Ya no.
Creía ser mi mente, mi trabajo, mi ego. Hasta mis ideas. Ya no.
Buscaba hacia afuera, nunca hacia dentro, esperando de otros. Ya no.
Me aferraba a lo que no es, y repudiaba lo que es. Ya no.
Eran días de liturgia, intermediarios de fe, y dogmas impuestos. Ya no.
Ignorando esto: que Dios es yo, y que yo soy Dios, cuando dejo de ser yo.
Ya Dios no es ajeno, externo, alejado. Ni mucho menos. Ya no.
Me aferraba al pasado y hasta al futuro. Ignoraba el “hoy”. Ya no.
Olvidaba lo vivido al seguir caminando. Como otros zombis. Ya no.
Como padre pensaba proteger al hijo más que dar alas. Ya no.
Siempre el "qué" ganaba al "cómo". Y el "por qué" al "para qué". Ya no.
Creía que el fuerte siempre vencía. Y que colaborar de nada servía. Ya no.
Todo era miedo: a la muerte, al prójimo, a la soledad, a lo hostil. Ya no.
Hasta que un día aprendí: que creer es crear. Y crear es construir.
Y que construyes tú mismo: tu “Aquí”, tu “Ahora”, incluso el “Paraíso”.
Y hallé un tesoro: la Verdad, el Abrazo, la Risa, el Silencio, la Palabra.
Y me sentí Libre. Por fin lo logré. Siendo UNO con todo.
He cambiado. Lo admito. Ahora es todo distinto. Ya sí.
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