Y os cuento: Estuvimos juntas en una reunión de blogueras en la que al finalizar tuvimos un pequeño refrigerio del que sinceramente disfruté. Estaba todo rico... pero me duró en el estómago lo que tardé en llegar a casa. Que pena.
A estas alturas, vomito en pocas ocasiones, pero la sensación de náusea perdura y perdura como el conejito de Duracell... día entero. Tengo un arsenal de antiácidos, digestivos, infusiones y trucos para mejorar el tema, todos con muy poco éxito. El embarazo no es una enfermedad... pero quienes "lo padecemos" no podríamos jurarlo. A eso se suma los síntomas llevaderos: el cansancio típico de este trimestre -y aún más considerando el ritmo de vida que tengo- los veinte achaques y dolorcillos, el estado de ánimo cual montaña rusa, etc., etc., etc. Estado de gracia. Sí, muy gracioso oiga.
Insomnio. Es mi único momento con él. Entonces le pienso y aunque aún no puedo visualizarlo, le prometo mil cosas. Siento sus patadas y me asombra tenerlo dentro. Es que no puedo creérmelo todavía y si no fuera por la indigestión perenne, no me daría cuenta de que estoy embarazada. No he tenido tiempo de hacerme a la idea y aunque tenga la sensación de que el embarazo es eterno, en realidad el tiempo ha volado. ¿Quién soy? El espejo me devuelve una imagen que me hace sentir igual que cuando estás en la sala de los espejos de la risa y te ves más alta, más flaca, más gorda o más baja. Como si fuera una imagen irreal, ilusoria.
En mis otros embarazos todo ha sido diferente. Y con las dos piojillas tuve tiempo de sobra para pensar en ellas y hacerles un lugar en mi cabeza, porque la mitad del embarazo no trabajé... y ese reposo obligado, me obligaba también a estar pendiente de cada contracción, de cada movimiento, de los mil nombres que se nos ocurrían, de los zapatitos tejidos... No ha habido tiempo para este bebé que se abrió camino solo.
Y sin embargo está aquí. En mi tripa de luna llena, la que me impide verme los zapatos... la que me hace andar lento y pausado (algo excepcional en mí que soy, como dirían en mi pueblo, una "falso afán"). Se contrae cien veces diarias y ya no sé diferenciar si son esas de "ejercicio uterino" - famosas braxton- o aquellas que desde el primer día me hacían temer un aborto, luego un parto prematuro y ahora...que al bebé ya sólo le falta el "acabado fino", que me pille sin organizar nada y nazca en el portal de Entre Mamás.
Falta poco. Y en medio de la crisis mundial, de las preocupaciones diarias, de los cien pagos que no se han hecho, de todas las malas noticias, la vida se abre camino y crece. No tengo miedo a parir, pero tengo miedo del futuro. A veces me pregunto si todo esto en lo que me he embarcado y el gran sacrificio que supone para toda la familia, de verdad vale la pena. Si no será un incongruencia dedicarme tanto a los hijos de los demás y tener tan poco que ofrecer a los míos, porque aunque están aquí a mi lado y de alguna forma "concilio", la calidad de atención que les ofrezco no es la de antes.
Me parece que este bebé viene a sacudir otra vez todos mis esquemas y replanteármelo todo de nuevo. Crisis vital que se avecina con cada patada, con cada movimiento de la vida que tengo en mi interior.
Crece bebé, crece. Mamá te espera.