Si os preguntáis cómo me enteré de un autor japonés con nombre de bollo industrial alto en glucosa, creo que leí su nombre por primera vez en un artículo de La Razón, hace ya unos años, es curioso que un papel tan malévolo me recomendara algo tan excelente. Así que tras terminar El Alma de los Invisibles, de García-Otero, he tenido la fortuna de comenzar con este genio. Tokio Blues y Sputnik, mi amor, son los dos primeros títulos que eligió para mí la chica de la tienda, que demostró tan buen criterio en los mismos como para apuntar el nombre de este blog, para pasarse de vez en cuando, espero que no se asuste demasiado con mis paranoias residuales.
Dicen que una página web comienza a tener éxito a partir de cumplir un año, yo aún no veo los maletines con dinero por ningún sitio, pero agradezco cada vez que alguien me comenta o me debate algo escrito aquí. Así que no me forraré con esto, pero al menos alimento mi raquítico ego. Tengo un par de relatos pensados y algunos poemas escritos que iré subiendo, mientras tanto seguiré aprendiendo de Murakami, por ahora ya sé leer y eso es un buen comienzo.