¡Ya soy Coach! Y ahora qué

Por Coach2coach @Esther_Roche

Antes que nada, si acabas de graduarte o de recibir tu titulación como coach, te felicito. ¡Enhorabuena! Un poco más abajo lo celebramos junt@s.

No sabía de la existencia de este libro hasta ahora mismo. Ni siquiera he entrado en Amazon para verlo. El jueves pasado, un compañero Coach, Carlos Melero, – pedazo de coach educativo donde los haya -, me comentó que había un programa llamado así que llevaba a cabo alguna de las escuelas de coaching, pero no soy capaz de encontrarlo.

El caso es que lo que he encontrado es referencias sobre el libro y el título me ha inspirado esto porque llevo tiempo rondando un post sobre este tema pero no me había “puesto” a ello.

Y es que sé de buena tinta que, ciertamente, hay cientos de coaches que se hacen esta pregunta. ¡Ya soy coach! ¿Y ahora… qué?

Ya soy coach y ahora qué? ¿Qué tengo que hacer ahora?

¿Te pasó a ti? ¿Te está pasando? ¿Crees que te pasará?

Las fases en las que te puede surgir esta pregunta son muy diversas, ¿sabes? Lo mismo puede ser al principio, como a mitad, como en una fase avanzada de tu carrera como coach, como entre unas y otras. También es posible que nunca te la plantees.

Parecería lógico que esta pregunta nos la hiciésemos justamente al graduarnos o terminar nuestro máster y, sin embargo, por lo que sé, no es así.

Esta pregunta suele surgir algo más adelante. ¿Por qué? Se me ocurre que es porque cuando terminas y recibes tu titulación estás como en una nube, con una motivación que roza la osadía (si me permites la exageración), con miles de ideas en la cabeza y muchas nuevas sensaciones en el corazón. No hay cabida para la pregunta hasta que pasa un tiempo porque no existe ninguna duda:

“Ya soy coach y lo voy a petar”.

Es parecido a la fase inicial del denominado efecto champán (no pongo “efecto champagne” porque éste se suele usar en geología por un lado y, por otro, para describir a desempleados en busca de empleo, aunque el efecto es en realidad similar). Se trata de personas que comienzan su andadura en una nueva situación, llenas de ilusión y motivación, que poco a poco va remitiendo.

El “calambrazo” de un proceso de coaching

En el caso de los coaches recién graduados, parece que hay una revolución interna, una sacudida, a la vez que una alta dosis de motivación para salir ahí fuera y comerse el mundo con patatas. No hay nada de malo en ello, que conste. La motivación sumada a ese “nervio” provocado por la incertidumbre es algo que nuestro cerebro agradece sobremanera, tanto a nivel del cortex (razón, intelecto, cerebro racional, llámalo como quieras) como a niveles más profundos (sistema límbico y cerebro reptiliano o lo que es lo mismo, las emociones y el instinto más primitivo).

Pero la experiencia me dice que en un alto porcentaje – que no puedo citar porque no lo he medido, para qué te voy a engañar – a medida que pasa el tiempo, también pasa de la “convulsión”, esa especie de calambrazo que parece que nos mantiene enchufados a unos más que a otros y a otros menos que a unos, a la distensión. El caso es que cuesta mantenerse en este estado de agitación casi espasmódica, entre otras cosas porque es agotador.

Nuestro cerebro es la máquina más poderosa del mundo pero también necesita sus descansos, sus periodos de stand by, de sosiego. Mantenerse en este tipo de alerta y motivación siempre, por los siglos de los siglos, es prácticamente imposible. De ahí que llegue la segunda fase del efecto champán. Las burbujas se desvanecen.

¿Volveré a ese estado interno anterior?

Bueno, eso ya depende de cada cual. Unos tienen más capacidad que otros (habilidad aprendida, por otra parte, no innata) para motivarse a sí mismos. Cuanto más se motiva uno, más se motiva uno. Es un círculo virtuoso. Y al contrario, claro (solo que entonces es un círculo vicioso). Así que esto depende enteramente en nuestra habilidad para encontrar la motivación por medios propios, ya sea que la encontremos dentro o fuera de nosotros.

Fijación de objetivos (qué) y una idea clara de lo que significa el éxito (en coaching) para ti

Hay quienes aprenden rápidamente a motivarse a sí mismos internamente mediante la fijación de objetivos claros, por ejemplo, o mirándose al espejo cada mañana con una pedazo de sonrisa en la cara a la vez que se dicen: “Hoy puede ser un gran día, y lo será”. En estos casos yo digo siempre que el fin justifica los medios. ¿Qué hay de malo en verse estupendamente, y decirse cosas buenas a uno mismo, y esperar lo mejor de cada persona y situación que encuentras en tu día a día?

Rodearse de gente con “buena vibra”

Mucha gente solamente necesita rodearse de gente positiva en el trabajo para sentirse motivado o motivada. Tienen un don para escoger a las personas y relaciones que detectan desde el primer momento que, casi con toda seguridad, aportarán nada más que cosas válidas, positivas, a su vida. Evitan las relaciones tóxicas, cosa que todos deberíamos hacer.

Un batiburrillo

Personalmente, como soy de esas personas que se aburren rápidamente de las cosas que se convierten en hábito, prefiero mezclar e intercalar. Un poquito de fijación de objetivos por aquí, un poquito de auto-elogio por allá (Eres más grande que la Rosío, me digo), un poquito de fé y confianza en mí misma y en el ser humano por otro, un poquito de evitar relaciones dañinas y cultivar las “otras” … y así con unos cuantos ingredientes esenciales me sirvo mi cóctel diario. Me gusta pensar que es un Manhattan a la Roche. Quedas invitad@ cuando quieras. O celebremos juntos, ahora mismo, que ¡ya eres coach!

Por fin! Soy coach!! ¿Celebramos?

“Sobre-formación”

Por otro lado hay quienes continúan en una espiral de motivación gracias a la adquisición (también casi compulsiva a veces) de cursos, formación, experiencias grupales, etc. Si se lo pueden permitir, tanto en cuestiones de tiempo como de inversión, estupendo. Si además, están poniendo en práctica lo que aprenden, y están verdaderamente utilizándolo en la práctica, fantástico. Malo es cuando esto se convierte en la forma, digo excusa, perfecta de postergar en el tiempo ese momento de empezar a hacer lo que hay que hacer, – como diría mi amigo Josepe García. Aquí el exceso de formación puede ser, mira a ver, un signo claro de inseguridad o incluso miedo.

Si eres coach, no me dirás que antes de comenzar a ejercer como tal, no sentiste la tentación de hacer montones de cursos y másters con el objetivo de sentirte mejor formado y preparado para el mundo del coaching. Por supuesto que la formación es esencial, y la formación en tres o cuatro áreas o especialidades, casi imprescindible. Pero hay que ponerse “a hacerlo”, hay que poner un límite… que algunos no ponen por esa inseguridad o miedo a lanzarse, a hacer su primer proceso de verdad, a cobrar por ayudar a una persona. Seguro que conoces a más de uno. Piensa, piensa.

A por ello, oe

Y por último están los que, motivados o no, se lanzan al océano sin saber muy bien cuál es el puerto de llegada. A lo que vaya saliendo. Creo que estos son los que van perdiendo la ilusión y la motivación a velocidad vertiginosa. Quizá es que no tienen un claro para qué, o un claro qué. Quizá, pese a su valentía, digna de admiración por otro lado, no tienen nada del todo claro. Solamente quieren ponerse “al tajo” y salga el sol por Antequera. Ese estado de revolución interna, además de una especie de “salvación” puede ser también, en ciertos momentos, una condena, una barrera que les impide planificar con datos reales, esbozar una hoja de ruta, calcular los riesgos, adquirir, analizar y almacenar la información suficiente.

Emprender, la parte que le toca al “¿y ahora qué?”

Emprender no es cosa de empezar solamente. Ni de aprender solamente. Ni de planificar solamente. Es cosa de tener la habilidad de combinar y unificar. No dejar de actuar por sobre analizar (parálisis por análisis) ni dejar de analizar por actuar. Emprender, sobre todo, se trata de construir unos cimientos firmes y sólidos para después poder edificar sobre ellos. Rellenar esos cimientos con tus habilidades, más confianza y fe en uno mismo, más motivación. Esos cimientos no se construyen solo pensando ni solo actuando. Hay que planificar, diseñar un plano, un blueprint, como el de una casa, con una idea clara del fin que tenemos en mente.

Ya soy coach, ¿y ahora qué? Ahora, aclara tus ideas acerca de tu qué y tu para qué. Después dibuja tu plano, hazlo en tinta, no solo en tu cabeza. Deja los detalles para más adelante. Céntrate en pasos más globales. Después, fíjate en qué detalles, qué cosas específicas necesitas llevar a cabo para conseguir esos pasos globales. Es tu hoja de ruta y tu proyecto de construcción. Todo lo que está bien hecho lleva su tiempo de planificación, su siembra, su cimiento, su cultivo.

Al fin y al cabo, ¿empezarías tu casa por el tejado?

¿Qué se te hizo (o está haciendo) a ti más cuesta arriba? Deja tu comentario. Contesto a todos.