¡Ya tengo trabajo!

Por Javier Ribas
“¡Ya tengo trabajo!”  

Reconozco que cuando esta semana escuché la frase través del móvil, el corazón me dio un vuelco. Porque no hay mayor alegría que pueda recibir un coach. En este caso yo. Tras estas palabras hay muchas horas de trabajo, de esfuerzo, de lucha, de desesperación, de frustraciones, y de ilusiones, …, de quien me lo dijo. Sí, el objetivo está cumplido. Esta persona descansa …y yo también.  Ahora puedo pensar más fríamente en cómo se ha desarrollado el proceso. Desde luego, en la base están las palabras. En cada caso que me encuentro veo que las palabras que utiliza quien me busca, le hacen un daño casi insoportable. Son su peor enemigo. En cada pensamiento que desarrolla hay un auto ataque continuo. Eso sin hablar de los repetidos viajes hacia atrás, hacia lo que ya no se puede variar…Pero hoy quiero centrarme en la parte que más me sorprende (y por tanto me divierte)  siempre de un proceso de coaching. Cada vez redescubro que ninguno de todos los caminos que yo le propondría  transitar a esa persona en búsqueda de su fin, le valen. Ninguno.   Me cuesta mucho pero he aprendido a disfrutar de esto. Y por tanto a esperar. Sé, estoy convencido, lo tengo comprobado, que mis soluciones (mis consejos a su situación) no le sirven. Ninguna de las situaciones de éxito que he tenido en el coaching  han pasado por poner en práctica mis propuestas. Nunca. Por tanto, no sirven de nada. Compruebo, caso tras caso,  que debo vivir estos procesos de la mano de la expectación total, en espera de que el cliente me enseñe el camino – desconocido para mí - que él va a recorrer.  Así que he aprendido el don de la paciencia, de la espera, de la confianza en quien me pide acompañamiento. Me lo dijeron cuando me formé en coaching pero,…, yo tampoco me lo acababa de creer. Por eso, cuando ves que alguien llega a su objetivo, por un camino que tú como coach desconoces, y ni imaginas, es entonces cuando crees en el milagro de las personas, en su valor único e intransferible. Una persona, una sola solución. Así que en este caso si sumamos a la sorpresa continua con la que se vive el proceso de coaching, la alegría de ver que el objetivo propuesto se alcanza, comprenderéis que me pegue un subidón del que me es difícil bajar en varios días.

Bien solo, bien acompañado, vale la pena hacer este recorrido que te lleva a hablar de tú a tú con todo el potencial interior. ¡Es realmente sorprendente!