Cuando Franco dijo que en España todo quedaba "atado y bien atado" seguramente sabía que los que iban a sucederle en el poder eran de los suyos, aunque travestidos de demócratas. Y siguen siendo franquistas, después de casi cuatro décadas de falsa democracia. Son franquistas porque el Franquismo es un sistema político radicalmente opuesto a la democracia, donde el poder reside, exclusivamente, en castas adictas al sistema, que se han apropiado del Estado, que se protegen entre si y que mandan con impunidad, ajenos a los controles, contrapesos y limitaciones que son propios de la verdadera democracia, mientras el pueblo permanece siempre marginado y sin participar en la política y en la toma de decisiones.
Si cabe, la falsa democracia que vivimos es mas "franquista" que el régimen de Franco en sus últimos años, cuando el sistema se debilitó porque sus cuadros envejecieron y se agotaron. Los Suárez, Felipe González, Alfonso Guerra, Aznar, Zapatero, Rajoy, Pujol, Mas, Ibarretche y otros muchos de los "sucesores" del Franquismo eran tan poco demócratas como los ministros franquistas, con los que coincidían en rasgos y comportamientos claves como la corrupción, la concepción elitista del poder, la marginación del populacho, el verticalismo autoritario, los privilegios, la impunidad y en haberse apropiado del Estado como si les perteneciera solo a ellos.
Franco solo se morirá cuando España abrace la democracia, un sistema que tiene leyes y normas que España nunca ha respetado, sobre todo en las últimas cuatro décadas: separación de los poderes básicos del Estado, protagonismo y participación del ciudadano en la vida política, leyes justas, iguales para todos y asumidas por el pueblo, una Justicia eficaz e independiente, una sociedad civil fuerte e independiente, que sirva de contrapeso al poder, elecciones verdaderamente libres, sin listas cerradas y bloqueadas y con votos que valgan lo mismo en cada rincón del país, respeto a las promesas electorales y una prensa libre e independiente que cumpla sus dos misiones claves en democracia: informar al pueblo con veracidad y fiscalizar a los grandes poderes.
El actual sistema español, ajeno a la democracia, es lo mismo que el de Franco, aunque con mas travestismo e hipocresía. A pesar de las apariencias, pocas cosas han cambiado realmente: siguen mandando las élites, el pueblo está marginado, la casta disfruta de impunidad y privilegios inmerecidos, no hay controles ni cautelas suficientes, las leyes son injustas y castigan mas al robagallinas que al criminal con poder, la Justicia está sometida al poder político, el Congreso, como las Cortes, es un teatro sin libertad de debate ni de expresión y un largo etcétera donde entran sindicatos sometidos al régimen, corrupción a gogó, marginación del ciudadano, medios de comunicación bajo control...
Realmente, ya va siendo hora de que se muera Franco.