Ya vienen los Reyes

Publicado el 05 enero 2015 por Rosa Valle @RosaMValle

El 5 y el 6 de enero, en este país, todos somos niños. Tradición con arraigo donde las haya la de la celebración de los Reyes Magos en España. Con o sin lebreles, aceptémoslo o no, irradiemos ñoñería o la escondamos, este día nos toca la fibra a quienes tuvimos la suerte de, con más o menos medios, hacernos adultos desde una infancia feliz.

Ayer no pude dormir. Y no por los ru-rús que eternamente acompañan a los adultos inconformistas durante la noche. No sé de qué me sorprendo, ¡si estaban a punto los Reyes Magos de aterrizar en nuestra playa!

Hoy, mañana, es, son, grandes días. Y ante los nervios, la ilusión, más que de actor, de espectador de la alegría ajena que emana de la inocencia en estado puro, la de nuestros niños y niñas -afortunados salvo excepciones en este ‘primer’ mundo- una es consciente de la verdad universal de que «uno es de su padre y de su madre». El poder de la familia y la educación.

El testigo

Hoy revivo el recuerdo de la madre ajetreada que llegaba a casa a horas tardías, después de una larga jornada de trabajo en su pequeño comercio, abierto la víspera de Reyes hasta las tantas, y con todo el mimo e ilusión del mundo preparaba los regalos y la fiesta del día siguiente, ajena a su cansancio. Así fue durante años y años, antes y después de revelado el ‘secreto’ de los Reyes. Y sigue siendo, por ventura, perpetuado el ritual hacia la siguiente generación. Las nietas.

La emoción de la Navidad cobra sentido este día. No la encuentro yo en los días anteriores, pero hoy…. me entrego. Y, mientras trabajo, no me centro. Y retornaré a casa para meterme en la piel de la pastora y vestir a mis pastorcillas para cumplir en la Cabalgata del pueblo y… volver a emocionarme. Hoy es un gran día.

Y cerraremos los ojos para pedir a los Reyes con fuerza que en alguno de esos paquetes vaya un poquito de alegría para esos millones de menores que sufren en el mundo por culpa de los desmanes de esta raza con la que, Dios me perdone, pero no atinó muy bien en la fórmula de la creación. Qué horrible que para disfrutar haya que mirar hacia otro lado, sin salirse del mapa.