Ajetreo en la gran ciudad
Myanmar me recibió la primera tarde de octubre con un olor a tierra mojada, provocado por los chaparrones de los últimos días, y a naftalina, gracias a los suelos enmoquetados del aeropuerto. Me apresuré a salir para no encontrar demasiada cola a la hora del control de pasaportes. Tenía la ventaja de sólo llevar equipaje de mano. Pero no fue suficiente. Tuve que esperar una media hora antes de tener el pasaporte sellado. Lo primero era buscar un taxi que me llevara lo más barato posible al centro de Yangón. La tarifa oficial de los taxis nocturnos es de 8.000MKK, pero no estaba dispuesta a pagar tanto, con lo que salí del aeropuerto e intenté encontrar a alguien con quien compartir el taxi. Por el camino me encontré con dos italianos que trabajaban en una ONG y por 5.000 MKK fuimos juntos al centro. Ahí empecé a experimentar lo que era una gran caótica ciudad: el infernal tráfico. Y yo me quejo de los atascos alemanes... los de aquí les dan mil vueltas. Con la paciencia de estar experimentando algo por primera vez, me dediqué a observar el exterior, ver el trajín de la ciudad, los vendedores ambulantes, la gente volviendo a casa después de una jornada laboral, todo ello combinado con la conversación del taxista y los italianos, quejándose de cómo había cambiado la ciudad en los últimos dos años, pero sobre todo en los últimos seis meses. Antes en media hora se estaba en el centro de la ciudad cualquier día de la semana y ahora si llegas en hora y media puede que ese día se tu lucky day.Estación central de trenes de Yangón
Después de más de una hora y media de camino, llegué por fin al hostel que había elegido para mi primer contacto con Myanmar, el Spleep In. Después de descansar y ducharme, me entró el hambre, así que salí a la calle en busca de algo para llenar el estómago. No tuve que buscar mucho. En una calle perpendicular había un puesto callejero con bastante gente local comiendo, así que me aventuré a pedir ahí algo. Como no podía ser de otra forma, la señora no hablaba ni pizca de inglés y como es obvio mi dominio del birmano era nulo. Así que nos entendimos por el lenguaje universal de los gestos y me preparó unos deliciosos noodles con pollo y no sé cuántas salsas que estaba riquísimo. Por supuesto todo esto acompañado por las típicas sopa y ensaladas birmanas que te ponen siempre. Y todo esto por sólo 1.000MKK ($1). ¿Qué más se puede pedir para empezar con buen pie un viaje?Ya de vuelta en el hostel, conocí a Megan, una mochilera estadounidense que lleva viajando un montón de meses por el mundo y que también acababa de llegar a Yangón. Así que como dios ns cría y nosoros nos juntamos, quedamos para descubr la ciudad juntas al día siguiente. Y mis ojos se cerraron...En la Sule Paya
Al día siguiente, ya como nueva y sin let lag, después de desayunar una de las cosas más raras que he desayunado en mi vida, fui con Megan a cambiar dinero y sacar nuestro billetes de autobús, cada una a su siguiente parada.Mi primera intención era quedarme la primera noche sólo en Yangón y salir a Bagán en un bus nocturno, pero todos los autobuses a Bagán que ofrecían en mi hostel para ese día estaban completos. Así que por recomendación del staff fui al estadio de fútbol (enfrente de la estación central de trenes). Ahí hay un montón de empresas que venden tickets de autobús a cualquier rincón del país. Al final encontré sitio para el día 3 de octubre a las 9:30pm con la empresa Elite en un sleeping bus por 14.500 MKK. Además aquí te ofrecen un picking por 1.000 MKK a la estación de donde sale el autobús. Esto es importante porque si no tendrás que pagar un taxi hasta ahí y te costará unos 7.000 u 8.000 MKK. Además necesitas como mínimo ir salir del centro una hora antes, aunque a mi me costó más de dos, dependiendo del tráfico.Edificio colonial
Con lo básico solucinado, Megan y yo nos propusimos descubrir lo que la ciudad nos podía ofrecer a parte del calorazo. Lo puntos importantes de la ciudad están bastante cerca y se puede hacer casi todo andando. La primera parada fue la Sule Paya, que simboliza el centro de la ciudad, es como la puerta del sol, el kilómetro 0. Y aquí es donde pagué la inocencia del primer día. Al entrar hay unas chicas que te dicen que dejes los zapatos ahí y que hagas una donación de $1. Nosotras (y más turistas que nos encontramos) pensamos que era la entrada, pero no. Cinco meros más tarde había otra taquilla en la que tenías que pagar $3 de entrada. Ahí ya nos mosqueamos un poco, la verdad. Además para mí es un sitio que no merece la pena pagar por entrar. Así que si quieres ahorrarte algo de dinero primero no dejes tus zapatos a la entrada, llévalos contigo y segundo no entres :P Bueno esto ya es a elección de cada uno, pero hay payas o pagodas más interesantes en las que entrar pagando e incluso gratis. Y cuando íbamos a salir, empezó a jarrear como si no hubiera mañana. Ya vi yo una barca muy grande en la que iban entrando una pareja de animales de cada raza ... Estuvimos esperando como una hora a que escampara. Como ya era hora de comer, nos pusimos a buscar un sitio cerca. Lo encontramos muy cerca del ayuntamiento, en un restaurante que se llama Lucky Start. Comimos bien, por unos 2.500 MKK. Además ahí conocimos a un canadiense que enviamos a nuestro hostel. Un poco raro el chico... tanto Megan como yo nos le fuimos encontrado en nuestro viaje por Myanmar... parecía que le había puesto el gobierno para espiarnos.Pajarero birmano
Sin lluvia y con el estómago lleno, nos propusimos llegar hasta la Botataung pagoda. Hasta llegar ahí recorrimos calles llenas de edificios de la época colonial que, por supuesto, habían visto épocas mucho mejores. Ahora no es que sólo necesiten una mano de pintura, sino que también necesitan una buena reforma. Pero creo que esto no es lo que más urge al país. En contraste a estos edificios decadentes, nos topamos con edificios del gobierno como la oficina portuaria, los juzgados y algún que otro ministerio. Después de pasar por el económico hotel Strand, pasamos por una carretera poco acogedora hasta llegar hasta nuestro destino, la Botataung pagoda. Aquí nadie nos intentó hacer pagar más de lo normal. Pagamos los $3 de la entrada y dejamos gratuitamente el calzado a la entrada (que es lo normal en Myanmar).Y aquí si que merece la pena entrar. Esta pagoda es espaciosa, con un amplio patio por el que andar y además se dice que tiene la reliquia de uno de los primeros pelos de Buda, ahí es nada. Además, la pagoda está hueca por dentro y se puede entrar y recorrer su laberíntico interior repleto de oro y miles de figuras de buda. Por si no te he convencido, hay un estanque bastante grande con muchas tortugas de todos los tamaños. Si tienes suerte podrás ver incluso alguna pelea entre ellas.Shwedagon Paya al ocaso
Ya sólo nos quedaba por ver la grandiosa Shwedagon Paya. Una recomendación, para visitar este grandioso templo lo mejor es ir a primera hora de la mañana o casi al atardecer. Si se va durante el día, el suelo quema tanto que será difícil caminar por el suelo. El taxi nos costó 3.000 MKK desde Botataung hasta Shwedagon. La entrada cuesta 8.000 MKK o $9 (mira que bien hacen el cambio aquí).Hermana pequeña de Shwedagon Paya
Y qué decir de esta maravillosa a la par que ostentosa paya. No creo que por muchas fotos que se hayan visto de este lugar uno se pueda hacer a la idea de lo imponente que resulta este monumento religioso. Sí, llegarás ahí y no podrás más que exclamar "Oh my Buda!". Por un instante, te quedarás ahí pasmado, intentando reaccionar mientras la Shwedagon te mira fijamente y tu intentas mantener esa mirada, haciéndote el valiente, como si no fuera para tanto. Pero lo es. Y te rindes ante su majestuosidad. Para más inri, hay una exposición de fotos que te enseña lo que tus ojos no pueden ver. esa cúpula tintineante está repleta de joya de oro y piedras preciosas. Esto a la vez te hace pensar cómo puede haber tanta riqueza en un monumento, seguramente más que en todo el país.Shwedagon Paya de noche
Casi casi dábamos por terminada la jornada. Nos dirigimos al hostel y de camino encontramos la 20th street (¿o era la 21st?). Yo a esta calle le llamo cariñosamente la BBQ Strret, porque está repleta de restaurante que te sirven miles de pinchitos de hechos al grill. Ahí puedes encontrar desde unas típicas costillas, pasando por vísceras de animales hasta langostas frescas. Me encanta esta calle, de hecho cuando al final de mi viaje regresé a Yangón, volví a cenar ahí. Los precios no son los más baratos de todo Myanmar, pero es una muy buena opción para dejar a parte los noodles y el fried rice.Pinchos a elegir
A la rica langosta
Al día siguiente, esta vez sola, fui al norte a ver dos budas gigantescos: uno en Chaukhtatgyi Paya y el otro en Ngahtatgyi Paya. La primera pagoda encierra un inmenso buda reclinado. En un primer instante no me di cuenta de la estatua, ya que ocupa toooooodo el recinto. Pero a los dos segundos me dí cuenta que estaba ahí, tumbado plácidamente. Este buda mide más de 60 metros y tiene una altura de más de 30 metros. Ahí es nada.Buda de Chaukhtatgyi
El segundo buda, el de Ngahtatgyu Paya es sedante y mide más de cuarenta metros de alto. Estos dos monasterios no se encuentran lejos el uno del otro, a escasos diez minutos andando. Si no lo encuentras, pregunta que todo el mundo lo conoce.¿Me veis?
El resto del día lo pasé paseando por el centro de la ciudad, viendo la mezcla de razas, las diferentes religiones que conviven, viendo el ir y venir de la gente que vive en una ciudad emergente, muy diferente al resto del país. Tenía ganas de dejar Yangón y empezar a ver más de este país que tanto tiene que ofrecer. Mi siguiente destino sería Bagán, el plato estrella del viaje, o al menos sobre el papel.Buda de Ngahtatgyi