«Si quieres convertir tu vida en eslabón de eternidad y permanecer lúcido hasta en el corazón del delirio, ama. Ama con todas tus fuerzas, ama como si no supieras hacer otra cosa, ama hasta encelar a príncipes y dioses… pues sólo en el amor la fealdad embellece»
Yasmina Khadra Conocía al escritor por "El atentado" (2005), novela que leí hace ya bastantes años y que me impresionó vivamente. Desde entonces nada nuevo había vuelto a leer de este antiguo coronel del ejército argelino que durante años escondió su identidad bajo este seudónimo de mujer. Todos los lectores pensaban que quien escribía era una mujer. El año 2000 tras haber escrito una docena de novelas, -seis de ellas con su nombre auténtico de Mohammed Moulessehoul- abandona definitivamente el ejército para dedicarse en cuerpo y alma a la literatura fijando su residencia en Aix-en-Provence con su familia.
Lo que el día debe a la nocheLa novela me ha gustado. Es una historia de amistad entre cuatro chicos a lo largo de toda una vida desde los años escolares con las peleas correspondientes, los primeros amoríos, las supuestas traiciones, las reconciliaciones de unos y otros... Luego vendrán ya las primeras experiencias amorosas serias, alguna de las cuales condicionará la vida del personaje principal, el narrador protagonista que a sus 80 años de edad rememora su vida la cual acaba de iniciar el último tramo. Todo esto se desarrolla en un contexto histórico y espacial determinado: la Argelia francesa que va de los años 30 del siglo pasado hasta el año 2008 en que concluye su narración el protagonista Younes-Jonas.
El personaje es un árabe educado en el ambiente de la burguesía francesa acomodada que dirigía Argelia durante los años que precedieron a la independencia total y definitiva del país africano en 1962. Todos los compañeros de colegio de Younes son burgueses franceses con los valores propios de los colonos europeos. Para estos él es Jonas. Pero Younes ha nacido de padre y madre árabes que por causas desgraciadas se han visto abocados a la ruina. El padre, hombre muy orgulloso, intentará remontar pero al darse una y otra vez contra la pared tirará la toalla y accederá a los deseos de su hermano Mohamed, farmacéutico en Orán casado con la francesa Germaine, de adoptar a Younes
«—Querida Germaine —dijo mi tío con voz estremecida—, te presento a Younes, ayer mi sobrino, ahora nuestro hijo.».El matrimonio mixto del árabe Mohamed y la católica Germaine darán todo su cariño a Younes a quien llamarán Jonas desde que acude al colegio donde estudian los hijos de los colonos franceses. Younes-Jonas se sentirá siempre incompleto, en mitad de todo, sin identidad completa. En algunos momentos es denostado por quienes son sus amigos franceses (Jean Christophe, Dédé, Fabrice o el judío Simon) situándolo en el grupo de 'los otros', o sea, de los árabes; y en otras, mucho más frecuentes, es visto por los vecinos y compañeros de infancia argelinos (Jelloul, Krimo, Oauri, etc.) como traidor a sus orígenes. Esta es la tragedia de Younes-Jonas, un árabe de ojos azules muy atractivo para las mujeres, educado en la cultura y valores occidentales pero muy atraído también por sus orígenes árabes de los que no logrará, y tampoco querrá, despegarse.
Se muestra en Lo que el día debe a la noche una hermosa historia de amistad entre cuatro chicos, cada uno de ellos viviendo sus correspondientes episodios amorosos con chicas hacia las que en ocasiones varios se sienten atraídos por la misma lo que da lugar a encuentros y desencuentros entre ellos. Son ellas, jóvenes francesas como Isabelle, Hélène o Émilie que se relacionan con estos chicos, desde sus orígenes de buenas familias. El narrador protagonista de la novela es objeto de deseo de varias de ellas y sufrirá en sus propias carnes la lucha entre la inclinación hacia ellas y el deseo de no interferir en los amoríos de sus propios amigos. Estar en medio siempre es incómodo y complicado. Jonas, como cualquier otro argelino educado en los valores de la metrópoli, se encuentra en esta situación también en el amor.
Las andanzas de estos chicos y chicas van evolucionando a lo largo de los convulsos años vividos por Argelia desde los años 30 del siglo XX (guerra en España, ascenso de los fascismos en Europa), la Segunda Guerra Mundial, la desilusión de los argelinos cuando, finalizada la guerra europea en la que ellos lucharon por Francia el General De Gaulle que les prometió que ellos tomarían las riendas de su destino, ven incumplidas estas promesas, y finalmente la guerra de independencia que rompe el país y provoca el exilio de franceses que llevaban en Argelia al menos tres generaciones. Tras 1962, año del reconocimiento de la independencia por parte de Francia, Younes-Jonas se decanta por Younes y se quedará a vivir definitivamente en la nueva nación argelina. Parece feliz, se ha casado, tiene dos hijos, una farmacia, pero nuevos acontecimientos de intransigencia como la aparición del islamismo radical volverán a perturbar la vida de la nueva nación.
Es muy interesante el marco histórico en el que se desarrolla la vida de este joven que nada entre dos mundos. Pero lo más atractivo de Lo que el día debe a la noche es la maestría con la que Yasmina Khadra presenta los acontecimientos: cómo con dos trazos bien dados describe momentos, espacios, situaciones. Especial y muy lograda es la manera como muestra el choque de los dos mundos presentes en la Argelia colonizada: de un lado la vivida por la burguesía francesa detentadora del poder cuya preocupación es divertirse, relacionarse, enamorarse
«La ociosidad propiciaba amoríos que brotaban como flores al alba. Las chicas hablaban más alto por la avenida, espléndidas con sus vestidos livianos que dejaban al descubierto sus brazos de sirena y parte de su bronceada espalda; los chicos parecían cada vez más distraídos en las terrazas de los cafés y se encendían como cerillas cuando se husmeaba en sus secretillos hechos de suspiros y de sueños tórridos.»Y en tremendo contraste con esta vida muelle y amable la realidad en que viven los árabes, los autóctonos
«El pueblo no era nada del otro mundo. Un poblacho perdido, mortalmente aburrido, con sus casuchas de adobe resquebrajado por el peso de la miseria y sus callejas desamparadas que no sabían dónde meterse para ocultar su fealdad. Unas cabras mordisqueaban unos esqueléticos árboles erguidos en su martirio cual cadalsos. Acuclillados al pie de los mismos, unos ociosos desastrados parecían»
Esta dualidad la ha vivido y la vive el personaje narrador de Lo que el día debe a la noche. Él, con sus padres, habitó al llegar a Orán en un barrio miserable llamado Jenane Jato donde un avaro administrador de nombre Bliss explotaba la miseria de los vecinos con alquileres elevados por viviendas misérrimas. Pero incluso en medio de esta fealdad y gran pobreza cabía la alegría, la vida pujaba por abrirse paso. Esta vitalidad y pujanza nos la hace visualizar Yasmina Khadra en la multiplicidad de tipos, hombres y mujeres, que pululaban por este barrio: Bliss, el tendero Patapalo, el barbero que cortaba el pelo en medio de la plaza, pero sobre todo las mujeres que sacan adelante a su prole abandonadas o ignoradas muchas de ellas por sus maridos. Cuando Younes visita a su madre dos años después de haber sido entregado a su tío el contraste entre ambos mundos es patente para él:
«Al salir vi a todos los vecinos reunidos en torno al brocal. Badra, Mama, Batoul la vidente, la bella Hadda, Yezza y su chiquillería me miraban de lejos. Parecía que temieran estropearme al acercarse a mí. Los diablillos de Badra contenían el aliento. Ellos, que siempre andaban con los dedos metidos en alguna parte, ahora mantenían las manos pegadas al costado. Mi cambio de ropa había bastado para dejarlos descolocados. Hoy sigo preguntándome si, al fin y al cabo, el mundo no se basa en las apariencias. Si tienes la cara acartonada y un saco de yute cubriendo una tripa vacía, eres un pobre. Si te lavas la cara, te peinas un poco y te pones un pantalón limpio, ya eres otro. De tan poco depende… A los once años, esos despertares te desconciertan.»A mí la novela me ha gustado además de por los asuntos que toca por el diseño de los personajes. Son todos ellos personajes tipo reconocibles. Tenemos a Simón Benjamin, el judío feo y gracioso; al atractivo por su riqueza Jean Christopher; al emprendedor André Sosa (Dédé); al creativo poeta y periodista Fabrice: Emilie es la chica cañón que, enamoradísima de Younes-Jonas, hará lo indecible por conseguirlo; la madre de Emilie es una mujer aparte de la que nada se puede decir so riesgo de machacar la lectura; Germaine es la mujer de maternidad frustrada que encuentra en Younes-Jonas el hijo en quien volcar su gran capacidad de amor; el tío Mohamed es un culto farmacéutico y hombre desprendido donde los haya que inculca en Jonas magníficas enseñanzas que le servirán de por vida a éste; y así muchos otros más.
La prosa de Yasmina Khadra es excelente. Según leía Lo que el día debe a la noche me parecía estar ante hermosos cuadros costumbristas del vivir cotidiano argelino. Se ve que el autor ama a su país a pesar de vivir fuera de él y a pesar de haber recibido ataques e incluso alguna amenaza por preferir escribir en francés y no en árabe. Siente predilección por la frase breve, la adjetivación colorista, el vocabulario preciso y enamorado de la peculiaridad autóctona (merguez, gandura, chechia, morabito, lampiones, lactescente, maquis, ...), realiza descripciones topográficas enlazando las mismas con el carácter de las personas, etc.
- «La zona de prostíbulos de Orán estaba detrás del teatro, en la calle del Acueducto, una calleja de mala muerte a la que se accedía por dos escaleras que apestaban a orina y en las que se acomodaban los borrachos.»
- «Unos críos jugaban desnudos en medio del polvo, con el vientre hinchado y las narices asediadas por las moscas. Sí, eso era, además del hedor estaba el zumbido de las moscas, voraz, obsesivo»
- «La primavera seguía avanzando. Las colinas cubiertas de hierba aún tierna espejeaban al amanecer como un mar de rocío. Daban ganas de desnudarse y de zambullirse de cabeza en él, de nadar por esa pelusa hasta el agotamiento, y luego de tumbarse bajo un árbol y soñar, una por una, con todas las bellezas creadas por Dios. Resultaba embriagador»
- «La posteridad nunca ha vuelto las tumbas más cómodas. Su único mérito está en aplacar nuestro miedo a la muerte, ya que nuestra inexorable finitud no conoce mejor terapia que la ilusión de una buena eternidad.»
Son muchas las frases que se pueden entresacar de Lo que el día debe a la noche de Yasmina Khadra, una novela que se lee con mucho gusto, que sirve para ilustrar un momento interesante de la historia de un país muy importante para nosotros actualmente. Es un libro que contiene varios dentro de sí: estamos ante una novela de iniciación a la vida adulta, una novela social, una novela romántica, una novela de realismo costumbrista, una tragedia griega, una novela muy literaria, una novela, en definitiva,... ¡magnífica!
Nota:
Existe adaptación cinematográfica de la novela realizada por Alexandre Arcady en 2013. No he visto la película que está disponible en alguna de las muchas plataformas televisivas que actualmente existen. Seguramente la veré aunque no quisiera que la concreción de las imágenes borrase la agradable sensación que la novela ha dejado en mí.