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Especial. Cobertura BAFICI 2011
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A veces, nada mejor que la mirada de un extranjero para desentrañar realidades que los locales nos negamos a reconocer. La gran mayoría del público pertenece (pertenecemos) a la clase social dueña de los autos que en el film bocinean o aceleran raspando a Ricardito y sus compañeros de cirujeo. Somos los ciudadanos de primera que no vemos o simulamos no ver cuando en realidad distinguimos, desconfiamos y tememos.
Tal como sostuvo Sergio Wolf en la presentación del sábado 9, Palluelo les quita a los cartoneros la etiqueta de género cinematográfico (son varios los realizadores que se dedicaron a filmarlos; el BAFICI del año pasado los mostró en el documental Centro) y les devuelve su condición de seres humanos. La presencia de la cámara pasa desapercibida tanto para los protagonistas del documental como para quienes los observamos en la pantalla grande.
Yatasto comparte con Qu’ils reposent en révolte la capacidad de conmover sin recurrir a la condecendencia, al morbo ni al golpe bajo. Pero a algunos espectadores este trabajo (también de campo) nos causa más impacto que el de Sylvain George porque retrata parte de nuestra realidad argentina y porque nos invita a repensar ciertas medidas gubernamentales a las que detalles del film aluden (es probable que el regreso de Ricardito a la escuela se deba a la implementación de la Asignación Universal por Hijo).
El sábado pasado al término de la proyección, el público hizo un gran silencio. Algunos lagrimeamos cuando nos dimos cuenta de que en la sala se encontraban dos de los chicos y su abuela también retratada por Palluelo. En cambio, los mismos que antes rieron abandonaron rápido el recinto.