La placeta se quedó vacía, hasta los pajaritos que por allí revoloteaban desaparecieron en el verde de los árboles.
De pronto, por la calle más empinada apareció un hombre viejo y desaliñado con una cesta de mimbre que venía voceando su mercancía. Algunos vecinos descorrieron sus cortinas a hurtadillas para ver a aquel hombre y si es que algo vendía. Una mujer se atrevió a preguntar interrumpiendo el pregón del vendedor:
-¡Buen hombre! ¿qué es lo que vende?
El hombre se giró hacia ella y encogió los hombros contestándole:
- ¿No lo oye? pues coco, coco de Oriente.
- ¡Ah! - dijo la mujer- y se fue a curarle las heridas a su hijo.
¡A saber que coco de Oriente vendía aquel hombre!
Fuera de historias, que no quiero cansaros, hoy os traigo unas yemas de coco que hace algunos años aprendí a hacer y que el único secreto que tienen es fabricarles un buen almíbar a punto de hebra, por lo demás es “pan comido". Paradoja de este minicuento que he inventado para vosotros es que el coco que voy a utilizar viene de Indonesia.
Ingredientes:
- Coco rallado (más rico el natural rallado por nosotros) 125 g.- Cáscara de limón.- Azúcar 300 gr.- Agua 100 ml.
Elaboración:
Es mucho más cómodo comprar el coco rallado, pero sin duda el fresco sabe mejor. Yo he utilizado el de sobre, pues tenía en la despensa para gastar y no he querido que se me eche a perder.
Ponemos el agua en un cazo con la cáscara de limón y 200 g de azúcar disolviéndola bien y lo llevamos al fuego. Dejamos que hierva controlando la temperatura para que no se nos derrame.
Fabricamos un hisopo con el mango de una cuchara larga y un trozo de tela limpio mojado en agua, para ir retirando el líquido que va pegándose a las paredes del cazo, pues si seca se cristaliza y entonces se nos estropea el almíbar. Al no tener un pesajarabes, hay que estar más pendientes de la cocción.
Dejamos que hierva despacio y con la cuchara de madera, con el dedo índice y pulgar (mojados para no quemarnos) retiramos un poco y lo ponemos entremedias de los dos separándolos enseguida para comprobar el grado de cocción. Estará en su punto cuando salga entre ellos un hilo firme. Retiramos del fuego.
A continuación agregamos el coco y mezclamos bien, volviendo a poner el cazo en el fuego un par de minutos.
Dejamos templar volcando sobre la encimera.
Tomamos porciones parejas, que redondeamos, y rebozamos con los otros 100 g de azúcar.
Las colocamos en capsulitas de papel y esperamos a que se enfríen.