las irregularidades del procesoEs fundamentalmente la historia de una madre coraje — trabaja fregando suelos— que poco a poco va involucrando en la revisión del caso a un escéptico articulista —James Stewart— el cual acaba batiéndose el cobre contra todo tipo de inconvenientes tras largos años de silencio después de la sentencia: jueces e inspectores muertos, abogados desaparecidos, testificaciones llenas de vaguedades a causa de la presión policial y una inculpación que en su día parecía clara y que empieza a resquebrajarse a medida que el reportero empieza a rascar en los archivos… Hathaway aprovecha para hacer desde el principio un alegato en favor de la imprescindible labor social del periodismo: aquella que busca ante todo la verdad, que lucha contra el encubrimiento y que, además, no escatima en recursos y creatividad. Stewart, en su descreimiento inicial, echa mano del amarillismo con el único objeto de mantener el interés artificial del público, ya que para él no es más que rutina ante la aplastante versión de los hechos, pero termina luchando contrarreloj contra una red de intereses que acaba salpicando a políticos, fiscales y policías, describiendo un Estado nunca exento de la sempiterna corrupción y manipulación, una turbiedad que parece cohabitar indefectiblemente en todos los peldaños de su estructura.Al prolífico director de Sueño de amor eterno, Niagara o Envuelto en la sombra no le interesan los pormenores de lo que realmente ocurrió once años antes de las investigaciones que marcan la película, como tampoco hace el más mínimo intento de buscar a los auténticos asesinos. Yo creo en ti tiene su razón de ser exclusivamente en el resarcimiento de los que injustamente fueron enviados a prisión, en mostrar las irregularidades del proceso y, como guinda para el pastel, en llamar la atención sobre las cortapisas con las que se pueden encontrar aquellos que quieren escarbar más de lo permitido. Quizá por ello en algún momento Hathaway llega a pasarse de frenada, subrayando partes del film que no era necesario que fuesen contadas dos veces —reaparezca o no la voz en off— , hecho este último quizá solo achacable a la insistencia del cineasta para que creamos una y otra vez las versiones de los perjudicados por el sistema. «Es el problema de ser inocente: no sabes lo que realmente ocurrió», sentencia acertadamente el segundo condenado ante las preguntas de Stewart. Yo creo en ti persevera desde otro ángulo: en lo que no pasó pero que ha marcado a fuego unas vidas tocadas por la mano del infortunio.Jesús Fernández* * * * * * *
Alegato en favor de la imprescindible labor social del periodismo En los estertores de la Ley Seca en Estados Unidos —principios de los años 30 del siglo pasado— muere un policía en el barrio polaco de Chicago. Tras varios días de interrogatorio, sumados al posterior juicio, se declaran culpables con una pena de noventa y nueve años a dos esporádicos clientes de la tienda donde se ha cometido el crimen: una verdulería que funciona como tapadera para conseguir alcohol de manera irregular. Años después, la madre de uno de los convictos pone un anuncio en la prensa donde, a cambio de una generosa recompensa, pide localizar a los verdaderos culpables con el fin de salvar a su vástago (el actor Richard Conte, en otro de sus plausibles papeles de inmigrante). Basada en los artículos que fueron publicándose once años después del crimen, Call Northside 777 del californiano Henry Hathaway arranca con un marcado tono pseudodocumentalista muy en la línea de lo que, apenas tres años antes, había caracterizado otro de sus títulos basado en hechos reales como fue La casa de la calle 92: voz en off que nos introduce en la historia a medida que asistimos a una sucesión de escenas exteriores rodadas con descarnado realismo, esforzándose por eludir metáforas sofisticadas en un lenguaje directo, casi impasible.
las irregularidades del procesoEs fundamentalmente la historia de una madre coraje — trabaja fregando suelos— que poco a poco va involucrando en la revisión del caso a un escéptico articulista —James Stewart— el cual acaba batiéndose el cobre contra todo tipo de inconvenientes tras largos años de silencio después de la sentencia: jueces e inspectores muertos, abogados desaparecidos, testificaciones llenas de vaguedades a causa de la presión policial y una inculpación que en su día parecía clara y que empieza a resquebrajarse a medida que el reportero empieza a rascar en los archivos… Hathaway aprovecha para hacer desde el principio un alegato en favor de la imprescindible labor social del periodismo: aquella que busca ante todo la verdad, que lucha contra el encubrimiento y que, además, no escatima en recursos y creatividad. Stewart, en su descreimiento inicial, echa mano del amarillismo con el único objeto de mantener el interés artificial del público, ya que para él no es más que rutina ante la aplastante versión de los hechos, pero termina luchando contrarreloj contra una red de intereses que acaba salpicando a políticos, fiscales y policías, describiendo un Estado nunca exento de la sempiterna corrupción y manipulación, una turbiedad que parece cohabitar indefectiblemente en todos los peldaños de su estructura.Al prolífico director de Sueño de amor eterno, Niagara o Envuelto en la sombra no le interesan los pormenores de lo que realmente ocurrió once años antes de las investigaciones que marcan la película, como tampoco hace el más mínimo intento de buscar a los auténticos asesinos. Yo creo en ti tiene su razón de ser exclusivamente en el resarcimiento de los que injustamente fueron enviados a prisión, en mostrar las irregularidades del proceso y, como guinda para el pastel, en llamar la atención sobre las cortapisas con las que se pueden encontrar aquellos que quieren escarbar más de lo permitido. Quizá por ello en algún momento Hathaway llega a pasarse de frenada, subrayando partes del film que no era necesario que fuesen contadas dos veces —reaparezca o no la voz en off— , hecho este último quizá solo achacable a la insistencia del cineasta para que creamos una y otra vez las versiones de los perjudicados por el sistema. «Es el problema de ser inocente: no sabes lo que realmente ocurrió», sentencia acertadamente el segundo condenado ante las preguntas de Stewart. Yo creo en ti persevera desde otro ángulo: en lo que no pasó pero que ha marcado a fuego unas vidas tocadas por la mano del infortunio.Jesús Fernández* * * * * * * Tit. Orig: Call Northside 777. Año: 1948. País: Estados Unidos. Director: Henry Hathaway. Guión: Jerome Cady, Jay Dratler. Música: Alfred Newman. Fotografía: Joseph MacDonald. Intérpretes: James Stewart, Richard Conte, Lee J. Cobb, Helen WalkerEl crimen no necesita de mayor justificación. Simplemente nos fascina e hipnotiza, nos atrapa, nos obliga a seguir mirando… El equipo PRÓTESIS te trae el comentario crítico de las mejores películas célebres y sangrientas. Este ensayo colectivo ha sido realizado por el equipo para el monográfico Crímenes Célebres, editado por Reino de Cordelia en 2018
las irregularidades del procesoEs fundamentalmente la historia de una madre coraje — trabaja fregando suelos— que poco a poco va involucrando en la revisión del caso a un escéptico articulista —James Stewart— el cual acaba batiéndose el cobre contra todo tipo de inconvenientes tras largos años de silencio después de la sentencia: jueces e inspectores muertos, abogados desaparecidos, testificaciones llenas de vaguedades a causa de la presión policial y una inculpación que en su día parecía clara y que empieza a resquebrajarse a medida que el reportero empieza a rascar en los archivos… Hathaway aprovecha para hacer desde el principio un alegato en favor de la imprescindible labor social del periodismo: aquella que busca ante todo la verdad, que lucha contra el encubrimiento y que, además, no escatima en recursos y creatividad. Stewart, en su descreimiento inicial, echa mano del amarillismo con el único objeto de mantener el interés artificial del público, ya que para él no es más que rutina ante la aplastante versión de los hechos, pero termina luchando contrarreloj contra una red de intereses que acaba salpicando a políticos, fiscales y policías, describiendo un Estado nunca exento de la sempiterna corrupción y manipulación, una turbiedad que parece cohabitar indefectiblemente en todos los peldaños de su estructura.Al prolífico director de Sueño de amor eterno, Niagara o Envuelto en la sombra no le interesan los pormenores de lo que realmente ocurrió once años antes de las investigaciones que marcan la película, como tampoco hace el más mínimo intento de buscar a los auténticos asesinos. Yo creo en ti tiene su razón de ser exclusivamente en el resarcimiento de los que injustamente fueron enviados a prisión, en mostrar las irregularidades del proceso y, como guinda para el pastel, en llamar la atención sobre las cortapisas con las que se pueden encontrar aquellos que quieren escarbar más de lo permitido. Quizá por ello en algún momento Hathaway llega a pasarse de frenada, subrayando partes del film que no era necesario que fuesen contadas dos veces —reaparezca o no la voz en off— , hecho este último quizá solo achacable a la insistencia del cineasta para que creamos una y otra vez las versiones de los perjudicados por el sistema. «Es el problema de ser inocente: no sabes lo que realmente ocurrió», sentencia acertadamente el segundo condenado ante las preguntas de Stewart. Yo creo en ti persevera desde otro ángulo: en lo que no pasó pero que ha marcado a fuego unas vidas tocadas por la mano del infortunio.Jesús Fernández* * * * * * *