Tumba de Dalí en su Museo.
¿Hábil ADN en Dalí? Bah... Yo, Dalí, la doy.
(AJR, 5:17; 4:11- Palíndromos ilustrados, LXV, LXVI) Como un Cid que hubiera descubierto en el bucle del tiempo al mejor señor, galopando sobre no se sabe bien qué truco alazán de magia poderosa, el gran Dalí, irrepetible hasta la saciedad e irreductible, vuelve por sus fueros y por los forros de sus gorros géneticos de mago.
Uno se queda mudo, de asombro y hasta de espanto, al ver cómo perdura la broma de la vida más allá de la muerte.