Siguiendo la hispánica tradición de modificar los títulos de las películas, Me, Earl and the Dying Girl, se convierte en Yo, él y Raquel, que aunque siga conservando sonoridad, tiene menos alma y contundencia. Pero lo que rompe la tradición, lo recupera con creces la película en sí.
“Yo” es un muchacho raro que solo tiene un amigo: “él”, con el que hace películas caseras. La madre de “yo” le obliga a hacer compañía a “Raquel”, una chica que acaba de descubrir que tiene cáncer.
“Yo”, “él” y “Raquel” se interrelacionan y dan forma a la trama, que en esencia es la evolución de la amistad entre “yo” y “Raquel”.
Y esto ha sido la sinopsis.
Es esta una película dramática con despuntes cómicos moderados, suficiente argumentalmente, sin alardes innecesarios y directa. La evolución y caracterización de los personajes está muy cuidada y es evidente. La mezcla comedia-drama tiene la armonía suficiente para resultar harto agradable su visionado, así como el buen juego que tienen entre ellos los actores, que luce muy bien en pantalla.
Sin reparar en algún aspecto chirriante del argumento, como por qué la madre de “yo” le obliga a hacer compañía a una chica que solo conoce de vista, y la casi total ausencia de las amigas de esta durante toda la película, sumado al hecho de que el punto cómico es constante para quitar plomo al drama, tenemos una cinta (¿lo he dicho bien? ¿cinta?) interesante, que trata la enfermedad de una manera realista, y las relaciones entre los adolescentes, no sé si de manera también realista, pero al menos no de la manera en que nos tienen acostumbradas las películas americanas al uso.
Precisamente de esto último trata de presumir la propia película. Y aunque ser presumido está mal, y la película no sea perfecta, se lo vamos a perdonar porque el resultado final merece: estupenda dirección, estupendo guion y estupendas actuaciones que acabar por redondear la producción.
En una frase: algo diferente en la cartelera, y de cierta calidad.