Ahora que Santiago Carrillo nos advierte de que "cualquier día no
se levanta", recuerdo los tiempos en que conocí a Don Santiago,
(del que por aquel entonces había una pintada que decía
"Muerte al cerdo de Carrillo", y una mano ingeniosa había escrito
debajo "Cuidado Carrillo, te quieren matar el cerdo).
Fue con motivo de la campaña electoral con la que el Partido
Comunista de España concurrió a las primeras elecciones libres
de nuestra democracia , el 15-J del 75, en la que participamos un
grupo de publicitarios entre los que había tantos románticos
como militantes.
Como militante de los primeros, fui el responsable de aquel
combativo "Pon tu voto a trabajar" y otros mensajes tan idealistas
como "Emplea tu voto contra el paro", "Desarma con tu voto
al terrorismo" o "Hazte un hombre a los 18 años" (Glup!).
La verdad es que fue una hermosa experiencia.
Trabajábamos semiclandestinamente en un legendario piso franco
de La Guindalera, testigo de la represión franquista, desde el que
acudíamos a inquietantes reuniones con un jovencito Charly Zaldívar
(nuestro actual Embajador en La Habana) quien, pipa en mano y
dialéctica marxista humeante, representaba al Comisario de
Propaganda perfectamente literario.
Como es lógico, las contradicciones del sistema originaron toda clase
de situaciones hilarantes en aquel local del Partido que
(horror, terror y pavor) estaba situado en el mismo corazón del
Barrio de Salamanca.
Hubo días en que se consideró la posibilidad de limar gráficamente la
punta de la hoz, y otros en los que se cuestionó el peso iconográfico
del martillo. En cierta ocasión, un Director de Arte enfervorecido aseguró
haber descubierto el pantone exacto del rojo eurocomunista y, en toda
ocasión, el equipo habitual de investigadores estructuralistas se enzarzó
en morrocotudas disquisiciones sobre el sexo electoral de los ángeles.
Nunca olvidaré el día que presentamos la campaña ante el Comité
Central en pleno, Ramón Tamames incluido.
Allí estaba Dolores Ibarruri quien, tras escuchar hierática el emotivo
jingle electoral que cantaban Victor y Ana ("No tenemos nada más que
la fuerza que nos das...pon tu voto a trabajar"), sacó del bolsillo un
pañuelo blanquísimo para enjugar lo que todos supusimos
que era una lágrima.
Don Santiago, más pragmático, nos invitó posteriormente
a una mariscada.