Me tocó publicar hoy, el día de las elecciones. La ‘fiesta’ de la democracia, dicen. Que digo yo que es una fiesta poco concurrida porque sólo participan poco más de la mitad de los que están invitados.
Los que ponen la música en esta fiesta no son exactamente los mismos que los de la última, la de hace cuatro años, pero la música tiene una melodía sospechosamente parecida y la mayoría de las letras son un plagio clarísimo.
Me refiero a lo de reducir la burocracia, el adelgazamiento del sector público, la bajada de impuestos, la internacionalización y la diversificación de la economía, la apertura al continente africano, el impulso a las pymes, la apuesta ‘decidida’ por las energías renovables, los pactos por la educación, la sanidad, el empleo… y, bueno, creo que ustedes también se las saben ¿no? Son muy pegadizas porque vuelven a ponerse de moda cada cuatro años. Menos mal que la retahíla les dura apenas un par de meses.
No obstante, hay que reconocer que los días previos a esta fiesta han estado amenizados por algunos destellos que no sé cómo definirlos. Algunos son cómicos, otros, originales. Con otros se te queda cara de palo.
Por ejemplo, la promesa electoral de celebrar un carnaval en verano (esos disfraces de peluche en agosto), la renuncia de una candidata tras leerse el programa electoral de su propio partido y descubrir que no estaba nada de acuerdo con lo que se proponía; la frase, supongo que contrastadísima, en la que se aseguraba que en Canarias nadie ha pasado hambre; los 100.000 nuevos empleos en cuatro años, que sería acabar casi de golpe con la mitad del paro que tiene esta comunidad autónoma, con la de años que nos ha costado llegar al cuarto de millón de parados.
También está el hiperrealista y desagradable vídeo electoral en el que se puede ver cómo una mano abofetea a las personas, la propuesta de adaptar las políticas de empleo al mercado laboral (me pregunto qué se ha estado haciendo todo este tiempo para que nos vengan ahora con esto).
He visto, además, los carteles de un partido que no tiene claro si va a gobernar para todos o sólo para la mayoría. En resumen, que una no sabe para dónde mirar sin que le dé un poquito de vergüenza ajena y eso que no he visto los supuestamente lamentables videos que circulan por ahí porque me han faltado las ganas, harta como estoy de machangadas.
Pero si hay algo que realmente me sorprende y me indigna es la alegría con la que se prometen millones para vivienda, sanidad, educación, empleo, empresas, personas con discapacidad, mujeres, infancia, emprendedores, construcción de infraestructuras… Se van a atender las necesidades de todos los colectivos y se comprometen cifras millonarias que todos sabemos, ellos los primeros, que no se van a materializar.
Ninguno explica de dónde van a sacar el dinero y no lo hacen porque no tienen ni idea o, lo que es aún peor, ni siquiera les importa porque en esta fiesta puedes decir lo que quieras.
La realidad es que los presupuestos públicos, muy mermados en los últimos años, evidencian que el gasto social no sólo no llega para todos.
Y si hay personas que no han pasado hambre, que yo no lo sé, será porque han tenido que dejar de pagar la casa o porque tienen familia o amigos y porque hay organizaciones sociales que lo han evitado o bien porque han dejado de comprar lo que fuera con tal de poder comer.
Sí sé, porque me he molestado en buscarlo, que 120.000 niños y niñas que viven en Canarias son pobres. También sé que de ellos, 35.000 viven en situación de pobreza severa porque en sus casas entran menos de 238 euros al mes.
El caso es que hoy, día de la fiesta de la democracia, son muchos los que no tienen nada que celebrar y a mí, entre todos, me están quitando las ganas de bailar.