31 octubre 2014 por JLeoncioG
No tenía foto para ilustrar tremendo artículo, así que puse esta y “a escupir a la calle”
Yo qué sé de nada, yo qué sé de la vida, o de la muerte. Soy un ignorante, cada día ignoro más cosas. Por más que me empeño en aprender, en saber más y más cosas, por más que tengo la mesa de noche hasta arriba de libros que voy leyendo a ratos, por más que no quepa ya otro enlace en la lista de favoritos, y que tengo el teléfono saturado de podcast y de música enlatada por escuchar, a pesar de todo esto, creo, cada día soy más bruto.
Y me da la impresión de que es baladí cualquier esfuerzo que haga para asimilar cosas. Porque se evapora todo el conocimiento en un mar de nubes que ya se me empieza a notar acumulado entre ceja y ceja. “Qué lástima”, diría mi abuela, “con lo bien que iba este muchacho”, “y la cagó” diría mi abuelo. La cagó al pretender ampliar continuamente sus expectativas y encontrarse con un horizonte tan vasto que le da un miedo terrible y que ya no sabe por dónde empezar a caminar.
Mira que hago esfuerzos, y nada. No sé nada. Cada cosa que aprendo, mañana parece no tener sentido, y hasta se me olvida. Soy una suerte de Bill Murray sin marmota, porque aquí no hay marmotas, ni nunca he visto una, más que en la tele.
No obstante (hombre, debo decir, en mi descargo, que tan bernegal no debo ser como me estoy pintando, porque escribir ‘no obstante’ denota cierto manejo del lenguaje), creo que no cejaré en mi empeño de seguir investigando, cada minuto, cada hora, porque pese a mi limitación intelectual -que ya queda de manifiesto al escribir este texto- me interesa, tengo una curiosidad implacable, me reconcome por dentro averiguarlo casi todo, mirar entre líneas, escuchar todas las voces, atender cualquier movimiento que se produzca.
Si fuera un gato ya me habrían matado. Fijo. Y hasta aquí paz, y mañana gloria.