Hay preguntas que no deberían ser tales. Es decir, preguntas que a nadie debería ocurrírsele formular. Porque la respuesta es tan obvia y a la vez tan complicada, que el preguntado puede verse arrastrado a una especie de espiral en la que giran y giran mil respuestas pero es muy difícil atrapar una sola.
Son esas preguntas que nos pillan desprevenidos, a contrapié; auténticas quisicosas de esas quedan ganas de esquivar con un socorrido “y yo qué sé”. Que fue, por cierto, lo primero que me vino a la cabeza, cuando, hace poco, me preguntaron: “¿Tú por qué escribes?”A mí me parece que hacerle esa pregunta a quien escribe es lo mismo que preguntarle por qué respira o por qué duerme. La respuesta parece elemental: porque no me queda otro remedio. Por eso, cuando me preguntaron, mi respuesta inmediata fue: "Porque no puedo no escribir".
Pero, claro, hemos dicho que las respuestas a este tipo de preguntas son a la vez obvias y complicadas, y es que detrás de la respuesta básica hay algo más. Respiramos porque no nos queda otro remedio, sí, pero ¿por qué no nos queda otro remedio?, podrían preguntarnos después. Y entonces diríamos: “Porque soy un ser vivo aeróbico, y como tal necesito introducir oxígeno en mi cuerpo y expulsar dióxido de carbono para seguir viviendo.”
Del mismo modo, si escribimos porque no nos queda otro remedio será por algo. Si, al igual que respirar, escribir es un impulso natural e irresistible, alguna explicación tiene que haber.
Y esa explicación es la que intentamos encontrar cuando queremos profundizar un poco en nuestra respuesta. Y aunque sea con ideas algo imprecisas, podríamos razonarlo, diciendo, por ejemplo: “Porque me ayuda a conocerme a mí mismo”; o “Porque así pongo orden en el caos que me rodea”; "porque en la ficción me siento más segura que en la realidad"; “porque es un intento de comprender el mundo y la vida”; “porque amo la literatura y trato de conquistarla”…
Cada uno encontrará su por qué personal e individual, el motivo que explique esa necesidad de expresarse por escrito; pero creo que, a fin de cuentas, la razón última y común es en realidad la que implica la respuesta elemental: que escribir es nuestra manera de seguir viviendo, porque no se puede vivir sin respirar.
Carl Spitzweg. El poeta pobre (1839)