Yo quería ser Lois Lane

Por Expatxcojones

Mi alter ego. Dibujo de Sandra M. expatriadaxcojones.blogspot.com



Yo quería ser como Lois Lane, la reportera del Daily Planet. Lista e independiente. Mujer intrépida de lengua afilada. Sin súper poderes pero más fuerte que muchos hombres. Periodista que desenmascara a los criminales y vuela a medianoche agarrada a la cintura de Superman. 
Yo quería ser como Lois Lane pero a lo máximo que me parezco es a la versión femenina de la rana Gustavo. Y actualmente, ni eso. Aunque visto como anda la profesión periodística últimamente quizás sea lo mejor.
Miro el informativo más por hábito que otra cosa. Igual me pasa con el periódico. Reunión de políticos aquí, encuentro de presidentes allí, éste dice eso, el otro responde aquello. ¿En esto nos hemos convertido? ¿En voceadores del poder?
Según el diccionario “el trabajo del periodista consiste en descubrir e investigar temas de interés público, contrastarlos, sintetizarlos, jerarquizarlos y publicarlos. Para ello el periodista recurre a fuentes fiables. Así elabora sus artículos. Con respeto a la verdad y con rigor a la información fidedigna”. 
En este mundo nuestro no hay tiempo para la investigación. El tiempo es dinero y últimamente escasea. Los periodistas hacen textos sin levantarse de la silla. Sin salir de la oficina. Sin hablar con la gente. Fusilando teletipos de agencia —la mayoría provenientes de países del primer mundo—, sin contrastar la información y, siempre, con el mismo punto de vista: el poder.
Tengo un amigo que trabaja en una televisión local. A veces lo miro. Me da la sensación de que está cerca, aunque no sea verdad. El último día que lo hice retransmitía en directo desde una de las salas de la administración municipal. Micrófono en mano cuenta la iniciativa promovida por el gobierno. Unas jornadas creadas para ayudar a los jóvenes de la ciudad a encontrar empleo. Después de la introducción, presenta al invitado —un regidor— y le pregunta sobre el tema . Él contesta pero lo hace con palabras vacías, carentes de significado. Términos ampulosos que no tienen sentido alguno. Al finalizar la conexión le mando un mensaje a mi colega.
   —Vaya tipo, no se entendía nada de lo que estaba diciendo.
Semanas después, él me confiesa lo siguiente:
   —No tenía ni puta idea. Antes del directo me ha preguntado cuáles eran las preguntas que iba a hacerle, pero lo más fuerte es que al decírselas me ha dicho, casi suplicado: “No, no, esto no me lo preguntes. No me lo sé. Pregúntame otra cosa”.
La noticia, que no era noticia, había llegado a la tele el día antes vía nota de prensa. Así se configura la escaleta de muchos programas, a base de la agenda del gobierno de turno. Visitas, inauguraciones, encuentros… Lo peor es que en este caso, no contentos con hacer publicidad de sus supuestos logros, ponen al frente a un regidor —que cobra un sueldo que se paga con dinero público— que no tiene puñetera idea de qué va el asunto. 
Esto sucedió en una tele local pero lamentablemente no es la excepción sino la regla. Conocidos son los casos de manipulación en Telemadrid o Canal 9. Y quizás alguien podría pensar que esto sólo se da en canales pequeños, de ámbito local o autonómico. Pero no. Hace unas semanas personal de Televisión Española se quejaba ante el Parlamento Europeo. El motivo: La redacción alternativa que los jefes acaban de establecer. Periodistas afines al gobierno. No subversivos. Gente que hará, con sus textos, publicidad de las acciones del Partido Popular y las maquillará de información. A cuatro días de las elecciones. No está nada mal. 
Y mientras las televisiones públicas se centran en generar opinión y propiciar el pensamiento único entre sus espectadores, las televisiones privadas tienen por objetivo generar audiencia. Porque la información no se vende ni se compra. El negocio son los clientes. Esa masa de público al que los anunciantes quieren venderle sus productos. Ese es su capital. El valor real de la empresa. 
El periodismo de antaño ha dado paso al info-entretenimiento. Imágenes morbosas, explotación del dolor ajeno, secuestros espectaculares o fugas de película. Lo que sea con tal de que el espectador siga manteniendo su culo pegado al sofá. 
   —Voy a la reunión con un montón de temas —me cuenta una amiga que trabaja en la sección internacional de una tele, llamémosle X,— y ¿qué me piden? La noticia del perro que anda no sé cuántos kilómetros para encontrar a su dueño. Esto es lo que quieren. Esto es lo que vende. Cuatro años de carrera para contar la historia de un perro. 
Yo quería ser como Lois Lane pero ya no quiero. Me he hecho mayor. He descubierto que no existe, no es más que un personaje de ficción creado por un señor e interpretado por una señorita. Me conformo con ser yo misma aunque no sepa, todavía, en qué consiste eso.