Yo soy voluntaria

Por María González Prieto @dibuperiodistas

Con motivo de la celebración el 5 de diciembre del Día Internacional del Voluntariado, me gustaría compartir con vosotros una actividad que a mi me da la vida completamente y me hace realmente feliz.

Soy voluntaria desde hace más de siete años con la Fundación Padre Garralda en la actividad que los fines de semana organiza con los niños que viven en la cárcel con sus madres, que están cumpliendo condena. Dicho así a muchos os puede parecer raro. Voy a intentar explicaroslo, y por supuesto que si tenéis cualquier duda me lo dejáis en un comentario y estaré encantada de contestaros a todo lo que queráis saber.

Diversos estudios han demostrado que hasta los tres años el vínculo entre madre e hijo es tan fuerte, que separarles podría ser perjudicial tanto para la madre como para el bebé. Por ello, las mujeres que han cometido un delito y deben cumplir una condena en prisión, y tienen un hijo menor de tres años, entran con el bebé. Cuando el niño cumple tres años, si la madre va a salir en libertad sale con ella. Pero en el caso de que a la madre todavía le quede condena, el menor sale y se va con su familia o, si no tuviera, a un piso tutelado de la Comunidad de Madrid. También existen otros casos en los que los bebés son concebidos dentro de la prisión, y por lo tanto nacen allí.

Estas madres y sus bebés se encuentran separados del resto de presos, en el módulo de familias. También hay casos en los que el padre y la madre están dentro del centro y viven todos juntos, tratando de ser una familia lo más normal posible dentro de las circunstancias.

Es una situación un poco compleja, pero eso es más o menos lo básico, tampoco quiero extenderme mucho más en esto. Voy a contaros cómo es un día de voluntaria con los niños de la cárcel de Aranjuez.

La jornada comienza muy temprano, a las 9 y media de la mañana en la plaza de Legazpi; cuando un autobús particular nos recoge para llevarnos al centro penitenciario de Aranjuez. El trayecto son unos cuarenta minutos. Una vez allí, son algunas voluntarias y las coordinadoras de los grupos, las que tienen autorización para acceder al centro a recoger a los niños de manos de sus madres y padres. Los suben al autobús siempre sentaditos al lado de la ventanilla y con el cinturón de seguridad puesto.

Mientras tanto, los minutos se hacen eternos para el resto de voluntarios que esperamos en la “cafetería” improvisada de la recepción de la prisión, que tiene varias máquinas de café y refrescos. Muchos días es un constante ir y venir de familiares que acuden en las horas de visita, y otros, incluso los propios presos que hacen las tareas de limpieza en los alrededores del centro.

A mi me gusta mucho cuando voy con gente que va por primera vez. Todos están muy nerviosos, y la ilusión y la impaciencia se aprecian en sus caras. Aunque también tengo que reconocer que a pesar de que he ido muchas veces siempre tengo las cosquillitas en el estómago del primer día. Todos sabemos que nos espera un día lleno de juegos y risas.

La espera suele durar, si todo va bien, entre veinte minutos y media hora. Cuando sale el autobús, todos los voluntarios corremos entusiasmados hacia él para subir cuanto antes a ver a los pequeños. Todos tienen menos de tres años.

Una vez en el autobús, normalmente vamos a un colegio de Aranjuez (otros días hay salidas especiales a la granja, al zoo…) en el que tenemos una salita con juguetes y para pasar los días de más frío y lluvia. Llegamos y jugamos un rato mientras otros preparan la comida en el comedor. Después de comer, cambio de pañales y todos a la calle. Siempre les llevamos a un parque cercano para jugar en los columpios. Sobre las cuatro, otro cambio de pañal y viene a buscarnos el autobús que nos llevará de nuevo al centro penitenciario. La vuelta suele ser más relajada, la mayoría van dormidos y los voluntarios estamos agotados.

Cuando llegamos a la cárcel, por lo menos yo, siempre tengo la sensación de que ha sido supercorto, y me da pena tener que despedirme de los chiquitines, y a ellos también, se quedan tristes y con ganas de volver a jugar contigo, porque se les nota…

Parece que es muy poco tiempo, pero es todo tan intenso que agota. Pero merece tanto la pena…

Os animo de verdad a que lo probéis, si os gustan los niños os va a encantar. Son niños que están acostumbrados a estar con mucha gente diferente, hay que tener en cuenta que somos cuatro grupos distintos de voluntarios, y aunque al principio no te hablen, y pienses que lo estás haciendo todo mal, al final siempre consigues sacarles una sonrisa y son tan agradecidos… ¡Son lo mejor!

Desde siempre me han gustado mucho los niños, y tengo que reconocer que no se me dan nada mal, pero es que estos son diferentes, son muy especiales y de verdad que son encantadores, yo ¡me los llevaría a todos a casa!