Yo también fui una madre perfecta

Por Zulema @MamaEsBloguera
ago
2013 28

posted by Zulema de Mamá es bloguera on Aprendiendo con dos enanos

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Casi tres meses sin actividad, pero aquí estamos de nuevo. Este tiempo he estado muy perdida, lo sé, y a pesar de que no he participado en casi nada sí que he seguido leyendo muchos posts geniales que se han ido publicando.

Pero bueno como el título de este post no es “qué ha hecho la Zu este verano” sino “ yo también fui una madre perfecta” metámonos en materia. Me encantaría tener más memoria para recordar dónde leí el post y poder darle la mención que le corresponde, pero los que ya me conocen saben que es prácticamente misión imposible para mí. Hablaba sobre el vacío que nos deja la crianza con apego una vez nuestro pequeño va creciendo y nos va dejando más espacio. En cómo la crianza con apego tiene normalmente una caducidad en muchos casos. ¿Qué es criar con apego?

A veces, me entristece leer algunas cosas que veo a diario por la red. Personas que defienden a muerte el dar la teta, que censuran el dar un biberón, amantes del porteo y colecho y detractores de la distancia… y me entristece profundamente que esto se encasille a la crianza con apego. De hecho a partir de hoy en este blog dejará de llamarse así, hablaremos mejor de crianza respetuosa, ya que el apego no siempre implica el respeto, no tenemos más que pararnos un rato a leer la red.

¿Por qué suelto este rollo? Porque yo también fui una madre perfecta. También fui esa madre a la que le decían que iba a dejar al niño tonto de tanto tenerlo colgado. A la que le siguen diciendo que su niño debe dormir solo porque ya tiene edad para ello. También fui esa madre a la que hacían sentir mal al alimentar a su hijo en la calle. Fui esa madre que sentía que debía luchar por hacerse escuchar, sin tener en cuenta que los mensajes sólo calan en las personas receptivas. Fui esa madre que sintió ese vacío cuando sus hijos fueron creciendo, sin ver que tal vacío nunca existió, pues ellos seguían ahí, a mi lado. Fui y soy esa persona que sigue buscando su identidad dentro de la llamada maternidad.

La crianza respetuosa no caduca. Estará vigente siempre que nosotros conservemos el ánimo y paciencia para ello. Siempre que podamos mantener el diálogo como herramienta básica en la unión familiar. Un diáogo que evidentemente y dependiendo de la edad de los niños, llega a fallar, pero todo no puede ser ni será jamás perfecto porque nuestros hijos también son personas independientes a nosotros que necesitan experimentar y cometer errores para aprender. ¿Recuerdas todas las veces que tus padres te advirtieron algo y aún así caíste en ello? ¿Por qué iban a ser menos nuestros hijos?

La maternidad perfecta no se da por dar la teta, ni por colechar, ni por portear, ni por gritar a los cuatro vientos los beneficios de la lactancia, ni por sentirnos poderosas al dar la vida. La maternidad perfecta la da la felicidad del día a día junto a los nuestros. La comprensión con los pequeños, el volver a mirar a través de sus ojos y retroceder a nuestra infancia con ellos. El enseñarles cada día algo nuevo, aportarle valores, verles crecer y enriquecerse. Aprender con ellos de nuestros errores y aciertos tanto como de los suyos. Aprender a querer respetando lo que el otro es y no lo que queramos que sea. Darle la mano aún cuando sabemos que se equivoca, para que su caída no sea tan grande como podría serlo si a pesar de verlo le machacamos.