“yo tuve un hijo en la montaña.”
Publicado el 09 febrero 2014 por Adriana Goni Godoy
@antropomemoria
YO TUVE UN HIJO
EN LA MONTAÑA.
”Yo tuve un Hijo en la montaña”. Madre del cro Gastón caído en Neltume. 23 de marzo del 2006. “Voy a contar la historia de mi hijo que está sepultado en Tres …
http://www.archivochile.com/Chile_actual/06_ddhh/chact_ddhh0036.pdf
“Voy a contar la historia de mi hijo que está sepultado en Tres Lagunas. Pero
partiré por la historia del abuelo”.
“Mi abuelo había trabajado toda su vida haciendo caminos. Pala y picota. El nos
decía que quería con los años, con su trabajo, que algún hijo, hija o nieto pueda
estudiar, tener un trabajo estable, una vida y una casa decentes. Ojalá una casita
propia”.
“Mi padre trabajó 26 años en la fábrica. Mi marido en la montaña. Trabajos duros.
Partían de amanecida. Una vez dijo: “Vamos a embarrar esta camisita, socio, pa
que algún día alguno de éstos tenga una vida mejor que la mía”.
“Mi hijo quiso lo mismo. Una vida mejor, más justa. Pero él era distinto: el Gastón l
quería eso mismo, pero no sólo para él o para los suyos. El quería eso para
todos”. Siempre recordaba las últimas palabras del finao presidente Allende, con
eso de las anchas alamedas para todos”.
“Por eso sería que se lo llevaron pal golpe. Bien apaleado, torturado y
encarcelado. A los dos años de cárcel lo echaron pa fuera. En Holanda estudió,
hizo cursos. Terminó con un buen trabajo. Nos mandaba fotos de una bonita
casa”.
“No estaba con nosotros, claro, pero estaba bien, y yo me conformaba porque se
había cumplido el sueño del abuelo y el de mi viejo en el sindicato”.
“Por eso, yo no entendí nada cuando en 1981 bajaron no sé cuantos soldados de
un camión, hicieron pedazos la puerta y nos atrincaron durante días,
preguntándonos por el exiliado, por el Gastón. Era invierno, me acuerdo porque
había harta nieve en esos días”.
“Ustedes sabrán de él, -les dije yo. ¡¿Qué andan preguntando, si ustedes lo
echaron pa fuera!? Miren, aquí tengo una carta suya que me llegó anteayer no
más”. “¡Díganos en qué cerro anda metido su hijo con los otros ésos!”, que me
decían. “Ustedes me andan bromeando para puro molestar, asustar o sonsacar
quizás qué cosas que una les invente. ¡Qué va andar tonteando acá el Gastón! Mi
hijo no es tonto, si allá está bien y tiene de todo. No como nosotros que seguimos
con la pobreza pegada al cuerpo”. Yo nunca pensé que mi hijo estaría arrancando
de 2000 milicos en ese mismo momento, a un par de horas de mi casa. Yo lo
hacía en Europa tan tranquilo”.
“Desde ese día anduvieron como lobos en el pueblo. Durante dos meses. En
Septiembre nos vinieron a buscar a varias señoras. Nos llevaron a Valdivia. A la
morgue. Ahí estaba mi Gastón: flaaco, flaco. Y sucio y barbón, con 4 balazos en
el cuerpo y uno en el muslo. Allí estaba el hijo de la vecina: lleno de machucones y
con los dientes quebrados. No tenía ni un balazo. Había varios más, que la
mayoría eran de acá, que habían sido obreros del Complejo Maderero. Había
varios otros que no yo los conocía. En total unos ocho cuerpos, sin contar al
Ojeda, que ése lo mataron en diciembre en Quebrada Honda. Después supe que
son once los muertos en total”.
“Se veían tan pobres, tan flacos. Tanta miseria y padecimiento. Pero tan
tranquilos sus rostros. Parecían hermanos. Hermanitos en esa muerte que
todavía retumba en las altas rocas”.
“En ese tiempo, no entendí porqué había vuelto. A guerrillar. A buscar la muerte
sería… Mi Gastón. Mi chiquillo. Si allá tenía de todo. Y estaba tan bien”.
“Fíjese si estas cordilleras serán mágicas, que al año después de muerto ¡Todavía
me llegaban cartas del finaol”.
“Recién este año fui al lugar donde los pillaron en la montaña. Allá por Remeco,
lago Chanchán. Se veía el lugar de la fogata, la cocina donde comían, el lugar
donde dormían en sus carpas, unos palos parados como para hacer una rancha.
También vi unos restos de plástico, de ropas, tarros viejos, tapas de ollas como
con balazos. Todo allí, como si fueran a volver esa misma tarde.”.
“Y el monte está igualito. Tremendos abuelos coihues, así de grandes. Pensar que
ésos habrán escuchado las tallas y risas de mi chiquillo. Ahí estaba ese coihue
desde donde les dispararon. Algunos trabajadores que han ido dicen que en las
noches se oyen risas y tallas. Y a veces cantar. De esas canciones que se
cantaban antes. Y ningún obrero ha querido nunca voltear ni un palo en ese lugar.
Como que los dejan pa que cuiden el sueño de los cabros. Y los sueños del
abuelo, de los viejos del 45, de los del 73…”.
“Yo siempre he pensado: “Cómo no podremos siquiera construir una animita en
recuerdo de ellos. Ir a poner unas flores y unas velas de vez en cuando. ¿Cómo
irán a descansar tranquilos esos muchachos? Si no hay donde prenderles una
velita siquiera. Será por eso que en las noches suelo despertar suspirando”.
“Construir una animita. Y que los árboles sigan ahí. Acompañándolos. Hasta que
se caigan de viejos y crezcan otros nuevos”.
Neltume, 23 de marzo de 2006
Neltume, 23 de marzo de 2006
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