Yo, zombi. Óscar Urra

Publicado el 10 febrero 2015 por Revista PrÓtesis @RevistaPROTESIS
Urra desmonta el mito y lo vuelve a crear a su conveniencia

Un zombi de Villaverde

Cuesta mucho cambiar de opinión, más aún cuando la que se tenía labrada sobre un escritor estaba asentada sobre bases muy firmes, tan firmes como tres novelas policíacas de primer orden. Por eso me mantuve a la expectativa de que existiera alguna trama criminal en la presente obra pese a tratar de zombis. Tras esta declaración quedan claros dos extremos, el principal que soy un flipao y el secundario que soy muy fiel a mis gustos literarios
Pues en la presente obra no hay nada de lo esperado o mejor dicho, está todo lo que cualquier otro lector esperaría, y es decir Zombis, con mayúsculas. Eso sí, con su toque castizo, no por algo el protagonista vive en Villaverde Bajo y una parte de su peripecia literaria transcurre en la periferia sur de Madrid.
Que nadie piense en las habituales muestras de los zombis creados por hollywood, Urra desmonta el mito y lo vuelve a crear a su conveniencia, dando como resultado unos seres mucho más complejos aunque nunca llegan a tener tal grado de humanidad como para confundirlos con los hombres. Tampoco quiero dar la impresión de que el autor pretende crear una nueva concepción sobre el universo zombi, ni mucho menos, creo que su perspectiva es mucho más limitada y se queda en la elaboración de esta novela. No es una obra echa al albur de la moda, sabiendo del autor lo que sé, no creo que sea muy proclive a dejarse influir por nada y mucho menos una moda pasajera, más bien creo que es producto creado como divertimento sin maldad.
la vida en comunidad zombi
La narración esta articulada en dos partes, ambas narradas por el protagonista, Alejandro Sen, y que nos cuentan su vida antes y durante su zombificación y posteriormente la vida del susodicho en una comunidad zombi. Ambos hilos narrativos tienen su gusto, me inclino más por el primero, la lenta transición de un estado humano al zombi con su particular descenso a la soledad auto-impuesta y, sorpresivamente, no dolorosa. Probablemente sea la única parte que tenga cierto sentido pues al menos nos muestra un lugar al que ir, de la otra parte, la vida en comunidad zombi, soy bastante más escéptico, o no lo muestra o yo no lo he entendido que puede ser, sólo rescato la parte de la propia comunidad cuando se intentan imponer cambios en el status quo establecido.
Lo mejor y más destacado de la novela es la prosa. Todo un gustazo, un pelotazo de buena literatura, un chute de buena escritura… Puede que el estilo sea un tanto retorcido, pero el uso del lenguaje que hace Óscar Urra es de sobresaliente, con una capacidad enorme para describir y contar cosas con gusto y calidad, voy a poner un pequeño ejemplo para que comprueben de qué hablo:
…sé que ella, Virgina (no usaré el nombre de chascarrillo que le habían colocado en El Cuartel, ¿cómo podría yo llamarla de otra manera que no fuera por su tortuoso y bellísimo nombre, con su inmisericorde tridente de agudas íes y que, tras el inicio etéreo de la uve, se desangra en la punzada doliente de la ge que desgarra el velo del paladar, antes de desembocar en el lamento desesperado de la ene y el largo diptongo, casi consonántico, que cubre de brumas de pena el final de su nombre?)…

La obra está salpicada de maravillas de este tipo, que se incluyen en mitad de una prosa muy armónica y perfectamente ejecutada. Para ir terminando animaría a los lectores a probar un poco de Óscar Urra, esta novela tiene cosas muy interesantes aunque en la trayectoria del autor la definiría como la peor novela y la mejor escrita. ¡Ahí queda eso! Aclarando al personal… 
Háganme caso, compren el libro y léanlo, merece la pena. Si lo hacen se apuntarán el nombre del autor y lo tendrán en cuenta en un futuro.
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Sergio Torrijos