Yolanda Camacho: Agramonte

Publicado el 07 noviembre 2017 por Libros Prohibidos @Librosprohibi2

Este trabajo va a acabar contigo

Tengo una cuenta pendiente con la literatura de terror, lo reconozco. Pese a que han caído en mis manos auténticas joyas como las escritas por Anna Starobinets, es cierto que apenas si he leído a los clásicos. Tampoco he tenido contacto con lo último que se mueve en este ámbito y, para colmo, es un género difícil de encontrar en la literatura independiente, mi especialidad. Sí que ha habido algunos títulos, pero no me han terminado de convencer. Y es que ese es otro problema: soy bastante difícil de impresionar, una de las cosas que este género necesita. De modo que hay aquí un difícil test para Agramonte, novela corta de hoy.

Elena tiene que hacer un último y fastidioso encargo el viernes por la tarde antes de dar por concluida su semana laboral: acudir al domicilio de Adelaida Agramonte a cobrar un montón de facturas atrasadas -los que llevamos nuestro propio negocio sabemos lo importante que es esto-. La mala suerte y la casualidad llevan a Elena a abrir la puerta equivocada y a conocer un terrible secreto escondido en la casa de la anciana.

La señora Agramonte sonrió. No era una mujer de mucha envergadura, pero sus ropas de lana dejaban adivinar una abultada tripa y su rostro poseía unos gigantescos carrillos vencidos por la gravedad que se asemejaban a los de un perro bóxer. En combinación con los ojillos de color azul deslavado, que brillaban tras una gruesas gafas de carey, su expresión resultaba bastante afable.

La pregunta del millón es: "Pero ¿esto da miedo o no?". Para empezar a responder a esto, no creo que una obra de terror necesite dar miedo propiamente dicho. Con que consiga crear cierta desazón y sensaciones desagradables en el lector, con que pueda tenerlo en vilo, con que lo inquiete, ya habrá conseguido su cometido. No creo que el terror deba medirse en sustos o sobresaltos, que indudablemente nos van a llevar una y otra vez a los lugares comunes tan manidos de las películas de Hollywood, y eso no es lo que uno desea cuando abre un libro.

Sigo sin decir si Agramonte da miedo o no, soy consciente de ello. En esta obra, su autora ha optado por generar tensión a partir de la ambientación y la situación de la protagonista. Elena se muestra desde el principio como alguien que no tiene poder de decisión, que tiene que hacer cosas que otros le ordenan. Primero su jefa, luego la señora Agramonte, y finalmente el hijo de esta. Esto transmite al lector una sensación de impotencia y de agobio de la que es muy complicado sustraerse. Y es verdad que tal vez la temática no sea la más novedosa del mundo, que ya hayamos visto muchas veces antes el escalofriante contacto con una casa donde viven una anciana desequilibrada y su hijo psicópata y agresivo -de esto tiene mucha culpa Psicosis -, pero Yolanda Camacho prefiere centrarse en la claustrofobia, el encierro, lo surrealista de la situación, el futuro incierto.

Vale, Javier, pero ¿esto da miedo o no? Pues dejadme que explique un poco más de Agramonte. Como ya comenté, podemos encontrar algunos lugares comunes de las historias de terror. No aventuraría a catalogarlos como tópicos porque me parece un término demasiado despectivo y no lo veo así, pero sí que es verdad que la ambientación ya nos suena. Y es aquí donde la autora se mueve con mayor comodidad. Para crear la necesaria tensión, Yolanda Camacho crea en la mente del lector posibles opciones de lo que va a ocurrir sin llegar a cumplirlas del todo. Hacer sufrir con lo siguiente que puede pasar, con lo que cree el lector que va a pasar. Usa los tópicos a su antojo sin llegar a plasmarlos realmente. Se sirve de los tópicos para encender la imaginación del lector y que sea este quien se coma la cabeza con lo que va a venir a continuación.

Con respecto al estilo, no hay demasiado que podamos decir. La narración cumple con su cometido de forma funcional, fluye sin torpezas pero también sin grandes alardes. A veces el lenguaje peca de demasiado poco elaborado, pero, de nuevo, no es algo que afecte al mensaje ni al impacto que consigue la historia en sí.

A vueltas con el formato

Elena estuvo segura. La mujer, la señora Adelaida Agramonte, tal vez estuviese loca. Era más que probable que estuviese como una cabra. Pero el verdadero monstruo que habitaba aquella casa era su hijo. Y ella solo buscaba ayudarle. Protegerle. Tal y como hacen y siempre han hecho las madres.

A estas alturas del artículo y muchos de vosotros todavía preguntándoos si esta es una historia que dé miedo o no. Mientras tanto, he notado que tal vez el formato de esta obra no se el más idóneo. Quiero decir que la historia tiene mucho recorrido y que es posible que la autora optase por acortarlo en momentos que podrían haber dado mucho más de sí. No digo que dé para convertirse en It, pero hay juego para más texto, por no hablar de qué podría pasar en todo el tiempo en el que Elena se queda a solas con la señora Agramonte... Este es el típico comentario cabreante, pero qué le vamos a hacer si es verdad.

Y si después de todas estas pistas seguís con dudas de si esta novela corta da miedo o no, os lo aclaro: va a depender de cada uno, por supuesto. A mí sí que me lo ha dado, pero he de reconocer que eso no tiene demasiado mérito. Después de lo expuesto, ¿qué opináis?

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Foto del pasillo siniestro: David Becher