Yván Pozuelo en la Logia Rosario Acuña: La masonería en Asturias durante el período republicano

Por Ricardofernandez
Yván Pozuelo Andrés durante su intervención en la Logia Rosario Acuña
Este último jueves la Logia Rosario Acuña abrió sus puertas a un ponente ajeno tanto al Gran Oriente de Francia como a la propia institución masónica. En este caso ajeno a lo que podríamos denominar "militancia", pero no a los conocimientos sobre la entidad, su historia y, especialmente,  al rastro dejado por ella en Asturias desde que apareciera por primera vez a mediados del siglo XIX en Gijón. Estoy haciendo referencia, claro está, a la celebración de una tenida blanca cerrada: Una reunión masónica en la que quien toma la palabra no es masón, a diferencia del público que lo escucha. En años pasados, bajo la simbólica bóveda celeste de nuestra sede de La Calzada, se ha escuchado la palabra de Rosario Fernández Hevia, de Paz Fernández Felgueroso, o de Luis Sepúlveda. En esta ocasión hemos tenido la inmensa fortuna de poder compartir un encuentro tan especial con el historiador gijonés Yván Pozuelo Andrés, quien nos habló de la situación y características de la Francmsonería en Asturias en el período comprendido entre la proclamación de la II República y la implantación del régimen dictatorial militar franquista. No dejaron de aflorar cuestiones sobre la eterna acusación conspiranoica que pesa sobre la Francmasonería, o de aparecer especiales menciones a personas dignas de recordar, tales como André Bousquet, subprefecto bretón que organizó la acogida -buena acogida- de los refugiados que desde el puerto del Musel abandonaron Asturias en octubre de 1937, caído ya el frente, dirigiéndose a un destino incierto; o el mierense Juan Pablo García Álvarez, miembro de la logia Jovellanos, entre otras, que dirigió el Tribunal Popular, y que aunó la condición de masón con la de convencido militante del Partido Socialista Obrero Español, hasta que fue expulsado del mismo por no quedarse en Gijón para dejarse matar y, en vez de ello, huir vía marítima en dirección a Francia; o Marcelino Aguirre Victorero, el hombre que fue capaz de guardar silencio en los interrogatorios a que le sometieron y que, anciano, con la salud quebrada, abandonó la cárcel para morir fiel al juramento masónico que había pronunciado.
Ya en otro momento anterior hicimos referencia en este blog al trabajo de Yván Pozuelo Andrés, razón por la que no vamos a reiterar lo ya dicho sobre las aportaciones de este entusiasta trabajador de la investigación histórica. Pero si manifestaba entonces, desde este mismo espacio, que había aprendido mucho leyendo su libro sobre la actividad de la masonería asturiana en el período republicano (La masonería en Asturias, 1931/1939, Universidad de Oviedo), en esta ocasión no puedo sino decir que hemos sido unos cuantos los que, hace un par de días, hemos tenido la suerte de compartir ese conocimiento. Se abre una etapa interesante y esto algo a destacar.
Personalmente, tras haber conocido la amargura y el desengaño hace ya unos cuantos años en esta particular dimensión de la vivencia masónica -es cierto eso de que la historia se repite una y otra vez a lo largo del tiempo-, tengo que manifestar mi alegría al poder contar ahora con unas valiosas aportaciones construidas merced a un persistente y silencioso trabajo, y elaboradas además desde el rigor y la humildad. Creo que es de agradecer que, por fin, muchos dispongamos en Asturias de la herramienta del conocimiento de nuestro propio pasado sin tener que temer por la total dimensión de nuestra integridad.
En nombre de cuantos compartimos la jornada, muchas gracias, Yván.Et si omnes, ego non.